Emilio Lora-Tamayo D’Ocon
(1950-2024)

Rigor y excelencia al servicio de la ciencia en España. Emilio demostró un respeto extraordinario por todas las instituciones en las que trabajó, así como por el legado de sus predecesores, sin renunciar por ello a una clara impronta personal necesaria para asumir nuevos retos y acometer reformas durante sus mandatos.

El pasado 29 de marzo fallecía a los 73 años Emilio Lora-Tamayo D’Ocon, físico, investigador y figura clave en la historia reciente de la ciencia española y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Su vida es un ejemplo de dedicación al servicio de la sociedad española, a través de su labor investigadora y sobre todo de la gestión pública.

Nacido en 1950, era hijo de Don Manuel Lora Tamayo, ministro de Educación y también presidente del CSIC, quien jugó un papel protagonista en el desarrollo científico de España en los años sesenta. Emilio, se graduó y recibió un doctorado en Ciencias físicas por la Universidad Complutense de Madrid y obtuvo un diploma de Estudios Avanzados en la Universidad Paul Sabatier de Toulouse. Tras pasar por el Instituto Torres Quevedo (CSIC) como Colaborador Científico, fue llamado a participar en la creación del Instituto de Microelectrónica de Barcelona en el que desarrollaría el resto de su trayectoria científica y en dónde contribuiría a la configuración de infraestructuras de gran importancia estratégica.

Como investigador, se especializó en el estudio de la física y tecnología necesarias para el desarrollo de materiales semiconductores y su aplicación en la fabricación de dispositivos electrónicos. Su aportación fue determinante para la promoción y desarrollo en España de la microelectrónica, una disciplina emergente en aquel momento, pero de gran potencial para la comunidad científica y la industria en nuestro país. En 1989 obtuvo la cátedra de Electrónica de la Universidad Autónoma de Barcelona, lo que le permitió dar cauce a una vocación académica y docente a la que también se entregó con pasión. Su carrera tuvo una clara dimensión internacional, a través de sus estancias en el Laboratorio de Informática y Electrónica de Grénoble y en la Universidad de Berkeley, en la cual fue profesor visitante en el 2008. Autor de más de cien trabajos científicos y siete patentes, lideró numerosos proyectos de investigación a nivel nacional internacional. Las aportaciones científicas de Emilio han sido reconocidas por sus colegas y le llevaron a ser nombrado miembro de la Real Academia de las Ciencias y las Artes de Barcelona y la Real Academia San Dionisio de Jerez.

Su bagaje como investigador y su capacidad de gestión no pasaron desapercibidas, y en 1996 fue llamado por César Nombela para ocupar una de las vicepresidencias del CSIC junto a Miguel García Guerrero. Durante esos años (1996-2001) se fragua entre ellos una estrecha y duradera amistad, cimentada en el respeto y devoción por la institución y reforzada durante jornadas maratonianas de trabajo. En un contexto nacional marcado por la necesidad de ejecutar recortes en el gasto público, durante este periodo el CSIC experimenta contra todo pronóstico un notable crecimiento tanto de presupuesto como de la plantilla de personal investigador. Consciente del compromiso de la institución con las necesidades de la sociedad, aún como vicepresidente, Emilio asumió la difícil tarea de dirigir el Comité Científico asesor creado para estudiar las acciones a tomar frente al vertido del buque Prestige y mitigar los efectos del desastre ecológico.

Tras la dimisión de Rolf Tarrach en 2003, Emilio accedió a la presidencia del CSIC, puesto que ocuparía durante algo más de un año. A lo largo de este periodo sentó las bases del proyecto que llevaría la transformación del organismo en Agencia Estatal, con el objetivo de flexibilizar y modernizar la gestión del organismo. Su bien hacer le llevó a ser reclamado para ejercer la presidencia en un segundo mandato que duró casi seis años (2012 al 2017). Al comienzo de esta etapa se encuentra a la institución en una situación crítica, severamente impactada por los recortes presupuestarios impuestos durante la grave recesión económica. Con solvencia, rigor y gran sentido de la responsabilidad, supo establecer diagnósticos y plantear un plan estratégico orientado a racionalizar el uso de los escasos recursos, optimizar la gestión, y garantizar la estabilidad laboral del personal. Fueron medidas drásticas que contribuyeron de forma fundamental a solventar los problemas que afectaban al organismo.

Siguiendo la estela de su predecesor en la presidencia del CSIC, y retomando su carrera universitaria, fue nombrado rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), donde permaneció algo menos de un año. Su prematuro relevo, motivado por el cambio de gobierno en 2018, impidió que llevase a cabo un ambicioso plan estratégico a cuyo diseño dedicó grandes esfuerzos aun sabiendo que muy probablemente no vería la luz. La dedicación académica de Emilio culmina en 2018 con su nombramiento como Rector de la Universidad Camilo José Cela. Lejos de acomodarse, allí emprendió reformas académicas sustanciales, priorizó la innovación y destacó por la puesta en marcha de un innovador programa que garantizó la enseñanza durante la pandemia en 2020.

Se trata sin duda de una trayectoria vital excepcionalmente brillante, plagada de logros científicos, y éxitos en tareas directivas y de gestión. Una trayectoria cimentada en la búsqueda de la excelencia, la honestidad intelectual y el compromiso con su país. Y una trayectoria inspirada en el convencimiento del papel fundamental y benéfico que la ciencia ha de jugar en la sociedad, y el anhelo de situar a la ciencia española en el lugar que merece en el contexto internacional. De carácter abierto y dialogante, sus colaboradores directos le recuerdan como alguien generoso con su tiempo, accesible, de trato siempre exquisito y con un fino sentido del humor. Emilio demostró un respeto extraordinario por todas las instituciones en las que trabajó, así como por el legado de sus predecesores, sin renunciar por ello a una clara impronta personal necesaria para asumir nuevos retos y acometer reformas durante sus mandatos. Supo compaginar las exigencias de una carrera fructífera ejerciendo numerosas responsabilidades, con la construcción y el cuidado de una familia muy unida. Su mujer Maloles y sus hijos le acompañaron permanentemente en los últimos meses de su enfermedad. Deja una gran admiración y afecto en aquellos que compartieron tarea con él y una huella indeleble en la historia del sistema científico y educativo español de las últimas décadas. Descanse en paz.