Ramón Serrano, nació en 1948 en Valencia, donde hizo el bachillerato con las máximas calificaciones en el colegio de los Agustinos y en 1964, a sus 16 años, tuve la fortuna de encontrarme con él, hace ya la friolera de 59 años. Ramón se había presentado a la convocatoria de becas del Colegio Mayor San Juan de Ribera (“Colegio de Burjasot”). Yo era el decano del colegio y estaba en el tribunal que le concedió la beca para hacer el curso preuniversitario, lo cual era excepcional (lo normal era que las beca se concedieran a aspirantes con el “Preu” ya aprobado). No nos equivocamos con él. Ha dado satisfacción con creces a aquellos que creímos en sus extraordinarias potencialidades intelectuales.
Estudió la carrera de Ingeniero Agrónomo en la ETSIA de Valencia. De esa etapa, recuerdo que coincidimos (él de alumno y yo de aprendiz de profesor) en alguna clase de Ampliación de Química y Bioquímica en que tuve que sustituir a D. Eduardo Primo Yúfera, que era el Catedrático jefe del área de Bioquímica y Química Agrícola. También recuerdo de aquellos días en que, siendo todavía compañeros del Colegio de Burjasot, Ramón me hacía algún comentario sobre mis clases, siempre muy certeros y escuetos, no siempre laudatorios. Ya entonces tenía su opinión en gran estima.
Era muy brillante. Pero no resultaba repelente, porque su pinta de sabio despistado, muy graciosa y entrañable, (que se acrecentó con los años), hizo que cayera bien a todo el mundo, aunque no siempre se estuviera de acuerdo con él.
En San Juan de Ribera había un ambiente universitario muy rico y crítico, creado por la convivencia interactiva y abierta de los colegiales (sólo hombres. Las mujeres tenían prohibida la entrada al Paraíso del Colegio. Sólo podían entrar a la capilla. Esta excepción permitió que yo me casara con Lola y bautizáramos a Lucía, nuestra hija pequeña, en esa misma capilla. Afortunadamente, esta condena ya no existe).
Las discusiones en el comedor, sobre cualquier tema, divino o humano, entrenaban la esgrima dialéctica. Eran estimulantes, divertidas y realmente formativas. Esto era posible, no sólo por el elevado nivel intelectual y motivación personal de los colegiales, sino también, porque eran pocos (en torno a 20). También, por la diversidad de carreras que cursaban (todas las del espectro que brindaba la Universidad de Valencia, en cada momento: Bellas Artes, Filosofía y Letras, Derecho Matemáticas, Físicas, Químicas, Medicina, Ingeniería Agronómica). Todo ello, potenciado por las visitas y conferencias de profesores universitarios y la sabia y discreta dirección de sacerdotes con una gran formación humanista.
Uno de estos visitantes fue Alberto Sols, pionero de la Bioquímica en España y excolegial de San Juan de Ribera, de gran prestigio en el Colegio. En su charla, el Prof. Sols nos habló de sus investigaciones enzimológicas y sobre la posibilidad de hacer la tesis doctoral en su laboratorio. Aunque Ramón Serrano todavía no había llegado al Colegio por aquellos días, cuando más tarde tuvo que decidir su camino, al terminar la carrera, yo le hablé de la oferta de Alberto Sols, que todavía seguía en pie. Obviamente, le aconsejé que la aceptara.
Así pues, terminados brillantemente sus estudios de Ingeniero Agrónomo en Valencia (número 1 de las Escuelas de de Ingenieros Agrónomos de Madrid y Valencia y Cruz de Alfonso X el Sabio del gobierno español), decidió aceptar la oferta de Sols y, en 1970, marchó a Madrid, al Instituto de Enzimología del Centro de Investigaciones Biológicas, donde hizo la tesis doctoral (presentada en 1973), bajo la dirección del propio Alberto Sols y Gertrudis de la Fuente, sobre transporte de azúcares en levadura.
En esa etapa doctoral, Ramón Serrano se inició a la docencia con un curso de Enzimología impartido en la Cátedra de Bioquímica y Química Agrícola (regentada por el Catedrático Prof. Francisco García-Olmedo) de la ETSIA de Madrid.
Una vez conseguido el título de doctor, con la máxima calificación, me propuso volver a Valencia a trabajar con nosotros, en un momento en que nuestra situación no era la más adecuada para acogerlo. Yo le aconsejé que volara a los mejores laboratorios, que ya habría una ocasión más propicia para reencontrarnos en Valencia.
El reciente doctor realizó dos estancias posdoctorales en Estados Unidos: primero en New Orleans, con Richard Reeves (transporte de azúcares en Entamoeba histolytica) y luego, en Ithaca, Cornell University, con Efraim Racker (purificación y reconstitución en liposomas de la ATPasa mitocondrial de corazón de vaca).
En 1976 volvió a Madrid, como investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas, (CSIC-Facultad de Medicina UAM) en donde trabajó en la purificación y reconstitución en liposomas de la H+-ATPasa de membrana plasmática de levadura y plantas.
En 1985 hizo un año sabático con Gerald Fink en el Whitehead Institute, MIT, Boston, aislando el gen de la ATPasa de levadura y generando los primeros mutantes.
En 1986 fue nombrado Profesor de Investigación del CSIC y se incorporó (en situación de servicios especiales) como Group Leader en el EMBL (European Molecular Biology Laboratory), Heidelberg, trabajando en el mecanismo y función de la ATPasa de levadura y su expresión en fibroblastos de ratón. Aisló el gen de la ATPasa de plantas (Arabidopsis y maíz).
Entretanto, la situación de mi laboratorio en Valencia era ya más propicia para poder acoger a Ramón: yo ya era catedrático, desde 1984, de Bioquímica y Biología Molecular, en el Departamento de Biotecnología de la UPV y estaba tratando de aplicar los nuevos enfoques de la Biología Molecular a nuestras investigaciones sobre los mecanismos de defensa de las plantas. Los resultados que íbamos obteniendo eran muy alentadores (habíamos descubierto un sistema defensivo general de las plantas frente a los agentes estresantes del medio, tanto bióticos como abióticos) pero necesitábamos un cambio cualitativo en las condiciones de trabajo; de lo contrario, estaríamos siempre muy limitados por el aislamiento en que nos encontrábamos y la falta de medios.
De todo ello estuve hablando largamente con nuestro rector Justo Nieto. Concluimos que la solución era un Instituto de Investigación mixto (CSIC-UPV). Era la oportunidad de volver a poner juntos en un mismo centro, a quienes nunca debieron separar cuestiones administrativas y burocráticas, dada la similitud de sus campos de estudio y su comunidad de origen (el Grupo de Bioquímica Agrícola del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA-CSIC)). Parecía obvio pensar en Ramón Serrano para que se uniera a aquella aventura. Por supuesto, él estuvo de acuerdo. Había que encontrar la forma de incorporarlo al Departamento de Biotecnología, pero no teníamos ninguna plaza vacante. Hacía falta un milagro y sucedió: el Ministerio de Universidades e Investigación, creó por aquellos días, el Programa PROPIO con el fin de que investigadores españoles, con trayectorias científicas excepcionales y que estaban en la diáspora por esos mundos de Dios, pudieran incorporarse a nuestras universidades.
Mientras el aparato burocrático se ponía en marcha, pensé que sería buena idea hacer una estancia con Ramón Serrano en su laboratorio del EMBL (verano de 1988). Aparte del interés científico-técnico de mi visita, pude comprobar la proximidad y generosidad con la que trataba y enseñaba a sus colaboradores y ayudantes. Ramón Serrano se había convertido en uno de los biólogos moleculares más relevantes y el éxito no se le había subido a la cabeza. Era una gran persona. Por si fuera poco, además de su equipo estaba con él nuestra querida Mariche (Consuelo Montesinos, en los papeles), su esposa, madre de sus hijos (Pitu, Yésica, Ramón y Franchu) y ayudante en el laboratorio. Mariche era fundamental para crear ese ambiente de proximidad familiar que han vivido todos los que han tenido el privilegio de trabajar con ellos.
No se podía pedir más (yo estaba muy satisfecho de lo que había vivido en Heidelberg ). Por otra parte, sabía que iba a traer junto a mí a alguien cuyo prestigio científico era enormemente superior al mío. De eso se trataba y nunca tuve ninguna duda al respecto.
La excelencia de nuestro candidato y la solidez de nuestra propuesta hicieron que una de las plazas de Catedrático del Programa Propio, fuera destinada al Área de Bioquímica y Biología Molecular, de la cual yo era director.
Después de una brillantísima oposición (1990), Ramón Serrano tomó posesión de la plaza a la que se incorporaría, junto con su grupo de investigación de Heidelberg, el 1 de diciembre de 1991. Para que se instalara, le hicimos un sitio, junto a nosotros en el laboratorio de investigación que tenía la Cátedra: dos mesas de laboratorio y un despacho que había dejado libre, la marcha de Don Eduardo Primo Yúfera, al ITQ (Instituto de Tecnología Química, que dirigía nuestro gran amigo y próximo Nobel, Prof. Avelino Corma, natural de Almenara) y, por supuesto acceso libre al instrumental e instalaciones de las que disponía el Departamento de Biotecnología. A Ramón le hizo mucha ilusión ocupar ese despacho y laboratorio, por el honor que suponía el aura que había dejado Don Eduardo. Esa incorporación de Ramón Serrano, con sus huestes, reforzó notablemente nuestras posibilidades de que, junto con un grupo de investigadores IATA-CSIC, en 1992, se creara el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas “Eduardo Primo Yúfera” (IBMCP), Centro Mixto UPV-CSIC, del que fui primer director (como representante de la UPV) con la codirección de José Pío Beltrán (representante del CSIC). Allí, lideró un laboratorio y ejerció su magisterio en Bioquímica y Biología Molecular hasta el fatídico viernes 3 de noviembre, en el que se marchó rápido, como él lo hacía todo. Pero eso sí, antes de marcharse, el Profesor Ramón Serrano había hecho sus deberes:
- 211 artículos publicados en revistas científicas, incluyendo las de mayor impacto como Nature, Science, EMBO Journal, Proceedings of the National Academy of Sciences USA y Plant Cell. Scholar.
- Según datos de Google, sus publicaciones (211) han sido citadas 22.775 veces, su índice “h”, una medida de la repercusión internacional de sus trabajos es 85, uno de los más altos de España en el área de Bioquímica y Biología Molecular.
- Ramón Serrano fue galardonado con la Cruz de Alfonso X el Sabio por el gobierno de España, fue Miembro de Honor de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM), Miembro de la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO) y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Ratisbona (Regensburg, Alemania).
- La incorporación del Prof. Ramón Serrano al Departamento de Biotecnología de la UPV y al IBMCP ha elevado su prestigio nacional e internacional. Y lo que es más importante: ha dejado un gran legado en el ámbito de la Biología Molecular y la Biotecnología, y constituye un referente para todos nosotros.
Una cosa más: Ramón ha muerto con las botas puestas. Sólo hace unos días (el 3 de octubre) tuvo lugar la presentación en la UPV, por el Rector José Capilla, de su último libro An Introductory course on Molecular Biology. En él, Ramón Serrano resalta cómo la Biología Molecular es crucial para resolver problemas médicos y agrícolas para el futuro de la humanidad, refiriéndose especialmente a su potencialidad en investigación oncológica y para aumentar la tolerancia de las plantas a estreses abióticos, cada vez más importantes debido al avance del cambio climático.
Puedes descansar en paz, Ramón, te lo has ganado.
¡Pero, ché, ché, ché, Ramón! ¿A qué tanta prisa en marcharte? Podías haberte quedado unos años más a seguir dando guerra. ¿O es que te llamaron con urgencia para montar una versión celestial del IBMCP, por ahí arriba? De ti se puede esperar cualquier cosa.
¡Hasta siempre, amigo!