En noviembre tuve la oportunidad de participar en The Science with and for Society in European Universities Alliances – Cross-Alliances Forum 2023, que reunió en la Universidad Libre de Bruselas a todas las alianzas universitarias europeas (20+), junto con representantes de la Unión Europea, para debatir sobre la investigación e innovación (I+D+i) de las universidades y de los organismos de investigación, así como del impacto social promovido por la ciencia abierta.
La alianza NeuroTech me invitó como ponente del workshop Reforming Research Assessment, en el que debatimos sobre la necesidad de actualizar los criterios actuales para valorar la investigación e innovación todavía muy escorada hacia el “publish or perish” y hacia los índices bibliométricos, ignorando o minusvalorando entre otros: (i) la diversidad de actividades que los investigadores realizan (gestión, traslación, comunicación, formación) que, desgraciadamente, reducen su dedicación a la investigación y el avance científico hacia soluciones innovadoras para los desafíos sociales; (ii) la progresiva evolución hacia una ciencia más colaborativa y transdisciplinar, con la constitución de grandes consorcios necesarios para abordar problemas complejos que requieren de una interdisciplinariedad e implicación social. La evaluación de estos consorcios colaborativos no puede constreñirse a quienes firman en primer y último lugar. Hemos de comenzar a concienciarnos que todos los autores han contribuido al estudio y, por tanto, merecen un reconocimiento equivalente. Premiamos excesivamente la posición en un listado de autores, sin valorar su aportación al estudio; (iii) el avance hacia una ciencia abierta, colaborativa más que competitiva, transparente y reproducible. Ciencia abierta no es solo publicar en open access, es colaborar al progreso compartiendo y no tanto compitiendo para ser el primero en publicar. Como frecuentemente vemos, la urgencia en la divulgación reduce la calidad y reproducibilidad de los resultados, y tiene un efecto peligroso sobre el avance científico promoviendo el fraude; (iv) otro aspecto, no menos importante, y que afecta perniciosamente a la motivación de los investigadores y el avance científico, es el incremento en la complejidad de las solicitudes de proyectos que ya demandan más información y previsión sobre aspectos colaterales de los resultados y entregables, que acerca de la idea/hipótesis que se propone desarrollar. No debiéramos olvidar que la ciencia de excelencia debe estar guiada por la curiosidad (curiosity-driven), que es el motor del avance disruptivo que promueve el bienestar social; (v) y hemos de dejar a los investigadores investigar y no distraerles con multitud de tareas administrativas que consumen su tiempo, energía y motivación. Todos sabemos la complejidad administrativa que requiere adquirir cualquier fungible o inventariable para la ejecución de un proyecto de I+D. Confío que los responsables públicos se hagan eco y sean conscientes de este problema, y tomen urgentemente medidas sensatas que nos permita una dedicación plena a la investigación, fomentando la creatividad e innovación, y que también facilite el trabajo del personal administrativo que nos ayuda en la gestión y que está superado por el laberinto creado por la legislación vigente.
Afortunadamente, las alianzas universitarias y organismos de investigación, junto con las agencias evaluadoras, van tomando conciencia de la necesidad de reformar el sistema de evaluación de la investigación. En este sentido surgió la declaración de San Francisco sobre la evaluación de la investigación (DORA, que ya comenté), y la iniciativa europea para la reforma de la evaluación de la investigación (CoARA). Ambos acuerdos reconocen la necesidad de reformar la forma de valorar la investigación y de armonizar los criterios para promover la movilidad y estabilización de los investigadores. Actualmente, los méritos a valorar los fijan las instituciones en uso de su autonomía, lo que inequívocamente promueve la endogamia y penaliza la captación de talento. El acuerdo de criterios/indicadores a nivel transnacional, p.e. en el entorno de CoARA, fomentaría trayectorias profesionales más homogéneas en competencias y capacidades, facilitando una ciencia más colaborativa, abierta, innovadora y productiva.
No obstante, por muchos DORAs y CoARAs que se acuerden y promuevan, poco podemos avanzar en la evaluación y valoración de la investigación si los investigadores no cambiamos nuestra forma de valorar nuestras actividades y logros, empezando a introducir indicadores mas cualitativos en la evaluación de la actividad investigadora, y a reducir el valor de la bibliometría y de los indicadores clásicos. Un joven con talento hace unos días recibió la resolución en la que se le denegaba el certificado R3 por falta de liderazgo al no ser IP de un proyecto I+D, pero en la misma evaluación se le reconocía liderazgo al ser corresponding de artículos de alto impacto. Lo triste de esta situación es que el joven no es IP porque el sistema no se lo permite al tener un contrato asociado a un proyecto. Claramente, resoluciones como esta, más comunes de lo que imaginamos, deben corregirse para cuidar la motivación de nuestros jóvenes investigadores y asegurar una ciencia de calidad como motor del bienestar social. Resulta evidente que necesitamos un cambio y que CoARA puede ayudar como guía, la pregunta que surge es ¿cómo vamos a implantar CoARA? Habrá que hacerlo seduciendo con los beneficios de sus principios, más que imponiendo sus criterios… ¡Dejémonos pues seducir por el futuro de nuestros jóvenes investigadores y del avance científico!