Siddhartha Mukherjee, médico y científico oncólogo, no es un recién llegado a la literatura de divulgación científica. Lleva cuatro libros escritos, el primero sobre el cáncer, dedicado a su profesión y con el que ganó un Pulitzer. Un segundo libro, más reflexivo y filosófico, sobre cómo debería ser ejercida la medicina. Un tercero sobre la genética y el impacto de los genes en cómo somos y cómo enfermamos y este cuarto libro dedicado a su pasión, la biología celular. “The song of the cell” (traducido como “La armonía de la célula”) es un libro apasionante y redondo, que empieza y termina con Virchow, y en el que Mukherjee –con un don para la escritura que envidio y un lenguaje que roza la excelencia literaria– divulga conocimientos, acaricia ideas y conceptos y los reordena envolviéndolos en datos, historias y anécdotas personales, hasta que transmiten su visión reflexiva sobre la ciencia y la medicina. Con igual habilidad, Mukherjee describe algunos de los triunfos de su grupo de investigación científica, como la incertidumbre filosófica y racional que le genera enfrentarse al cáncer de pacientes y amigos.
El mensaje principal del libro es transmitir que la unidad funcional de los organismos es la célula y comprender las células, en su comportamiento individual y colectivo, permite comprender que la enfermedad es una disfunción celular. Mukherjee justifica que hay pocos libros de divulgación científica en los que la célula, en todas sus dimensiones, sea presentada y discutida y, por ello, nos ofrece un cambio de perspectiva interesante, partiendo de ideas que, como biólogos, tenemos muy interiorizadas, explorando nuevas dimensiones.
El libro se gestó en la mente del escritor cuando como científico clínico tuvo que enfrentarse a la pandemia y sus consecuencias en el hospital. La pregunta era: ¿por qué un virus, no particularmente letal, estaba poniendo en jaque a toda la sociedad? La respuesta es por diferencias individuales en la respuesta celular a la infección por el virus y a la respuesta inmunológica, también mediada por células. Esta inspiración y la formación inicial de Mukherjee como hematólogo e inmunólogo le permiten organizar el libro en seis partes distintas pero conectadas. Siguiendo una ordenación interna, lógica para el autor, cada parte tiene un concepto inicial que funciona como paraguas común para desarrollar conceptos sobre la célula y sus funciones especializadas. Así, el primer capítulo sobre el “Descubrimiento de las células” le permite explicar cómo se visualizaron históricamente las primeras células, las células como la más pequeña unidad viva de los organismos y las células como patógenos. Otros capítulos le permiten profundizar sobre las células germinales, las replicativas y las modificadas genéticamente.
Dada su formación, no es sorprendente –aunque su enfoque lo hace delicioso– el capítulo dedicado exclusivamente a las células sanguíneas, con secciones dedicadas a la célula inquieta, la sanadora, la guardiana, la defensora, la discernidora, o a la célula tolerante. Quizás más novedoso es el enfoque del capítulo dedicado a los órganos, en que explica la célula ciudadana, la célula contemplativa o la célula directora de orquesta. Y aunque previsiblemente, al final, hay referencias al cáncer, el autor lo integra dentro de un capítulo casi filosófico sobre el renacimiento y la eterna lucha entre “ser” y “no ser”, sobre “individualidad” y “colectivo”. Con una disquisición previa sobre las células madre, eternamente divididas entre su “egocentrismo” –replicarse y mantenerse– y su “altruismo” –abandonar su estatus preeminente y diferenciarse para formar un nuevo tipo celular–, finalmente presenta a la célula cancerosa en sus múltiples estados y formas, originada por múltiples mutaciones y seleccionada para ser la célula egoísta por antonomasia, con un único objetivo, sobrevivir a toda costa.
El último capítulo da título al libro, “La canción de la célula” (no tanto, la armonía), reflexionando que para entender cómo funciona el organismo, hay que comprender que no es sólo una unión de células, sino que lo importante es conocer la canción que las une y conecta. La canción de, para y entre células puede ser armónica o exacerbada, vibrante o calmada, vigorosa o senescente, pero está pensada para que las demás células se comuniquen y respondan. Sin embargo, en el cáncer, las células están atrapadas en estribillos disonantes que mutan y cambian, pero que como sucede en un disco rayado, se centra en acordes que las demás células no cantan, y quedan allí atrapadas en una repetición sin final.
El libro es un deleite intelectual, que se lee sin dificultad, pero que deja poso en múltiples capas. La pasión contenida con la que Mukherjee escribe no deja indiferente ni a los que quieren aprender, ni a los que saben y disciernen, ni a los que, sencillamente, quieren disfrutar de historias “celulares” muy bien hiladas y contadas. Finalmente, para los más eruditos o curiosos, consultad las muy exhaustivas notas y referencias del autor adjuntas al final. Muy recomendable.