En las células eucariotas, los orgánulos están estrechamente yuxtapuestos en los sitios de contacto con la membrana y proporcionan puntos de acceso para cascadas metabólicas y de señalización compartidas entre ellos. En células de mamíferos, la proteína mitocondrial Mitofusina 2 (MFN2) funciona como una “atadura” estructural entre retículo endoplásmico y mitocondria, pero se desconocía su compañero en la membrana del retículo. Investigadores del IRB Barcelona, la Universidad de Barcelona, el VIMM y la Universidad de Padua, dirigidos por Antonio Zorzano y Luca Scorrano, y cuya primera autora es la Dra. Déborah Naón, han publicado en Science la existencia de distintas variantes de MFN2, denominadas ERMIT2 y ERMIN2. Estas variantes se generan a través del “splicing” alternativo. Sorprendentemente, ERMIN2 y ERMIT2, no se localizan en las propias mitocondrias, sino en el retículo endoplásmico. ERMIN2 y ERMIT2 se expresan en una amplia gama de células y tejidos humanos, entre ellos tejido adiposo, músculo e hígado. Desde el punto de vista funcional, ERMIN2 juega un papel regulador en la formación del retículo endoplásmico. En contraste, ERMIT2 interactúa con MFN2, formando un puente entre las mitocondrias y el retículo endoplásmico. Este puente facilita el intercambio de señales y lípidos entre estas estructuras celulares y es especialmente relevante en la fisiopatología hepática. En particular, en la esteatohepatitis no alcohólica (NASH), ERMIT2 corrige la transferencia alterada de fosfolípidos desde el retículo endoplásmico hasta las mitocondrias y el consiguiente daño hepático. En resumen, el “splicing” alternativo de Mitofusina 2 amplía la función sobre la morfología mitocondrial y la extiende a la comunicación retículo endoplásmico-mitocondria, siendo por ello trascendente en la patobiología de las enfermedades metabólicas hepáticas.
