
Joan J. Guinovart fue un científico de primera línea. Pero, lo sabemos todos, fue también el tipo de científico que más allá de su obra personal ambiciona impulsar el crecimiento colectivo de la ciencia en España. Y lo hizo. Fundando uno de los principales institutos de investigación en biomedicina y, a continuación, no limitándose a la ya de por sí muy exigente tarea de dirigirlo, sino que, ya por iniciativa directa, ya por la vía del ejemplo, su actividad se proyectó hacia la comunidad científica en múltiples direcciones. Este número de la Revista SEBBM da cumplido testimonio de estos aspectos de su trayectoria.
En este artículo cubriré una parte de su persona educadora. Guinovart fue catedrático de universidad y como tal desempeñó las tareas de docencia que de nosotros se espera. Y por lo que yo sé fue un docente modélico. Pero siendo el que escribe un economista mi conocimiento de su dimensión educadora se limita a la que proyectó, directa e indirectamente, hacia el exterior de su propia disciplina. Su impacto ahí fue notable, o sea que no voy faltado de material.
Joan era persona de ideas claras. Para él la vitalidad y el crecimiento de la investigación pasaba por disponer de talento científico en abundancia. En consecuencia, mantuvo a lo largo de su carrera promotora dos normas: apertura al talento internacional y despertar vocaciones científicas entre los jóvenes de nuestro entorno. Las dos resuenan entre sí: por más neutral que sean en cuanto a nacionalidad nuestras políticas de contratación de investigadores es de sentido común que disponer de una buena cantera es una gran ventaja. Ya a principios de este siglo Guinovart ponía como modelo inspirador la política de talento del Barça: contratación de estrellas internacionales y Masía.
Para Joan era una obsesión: ningún talento científico debe perderse. A ese fin inventó el formato educativo de los “Bojos per la Ciència” con el propósito es detectar y potenciar vocaciones y talentos incipientes entre alumnos preuniversitarios. Lo inició con los Bojos por la Biomedicina ya casi tres décadas atrás. El diseño fue innovador. Y un éxito tal que ahora existen en Catalunya Bojos en quince disciplinas, y en aumento. Están organizados bajo el muy competente y efectivo patrocinio de la Fundación Catalunya-La Pedrera. En la descripción de la fundación el propósito de los bojos es “fomentar las vocaciones científico-tecnológicas vinculadas al mundo de la investigación de jóvenes de primero y segundo de bachillerato, a través de sesiones teórico-prácticas impartidas por investigadores en centros de investigación de referencia de Catalunya. Queremos un mundo donde todos los jóvenes tengan la oportunidad de desarrollar al máximo su talento impulsando sus vocaciones”. Cada Bojos se organiza en colaboración con un centro de investigación. La actividad consiste en entre diez y 15 sesiones largas de trabajo distribuidas en sábados de enero a junio. Cada sábado se toca un tema impartido por un investigador o investigadora en activo. Puede incluir actividades de laboratorio. El “sacrificio” del sábado significa compromiso por parte del alumno. El día facilita la asistencia a alumnos no residentes en Barcelona. La demanda es alta y hoy la admisión es selectiva. Que quede claro: los Bojos no son cursos de orientación universitaria. Son confesadamente partidistas: pretenden que las vocaciones incipientes se conviertan en vocaciones consolidadas para la disciplina responsable del Bojos en cuestión.
De Guinovart hay que entender que la posibilidad de promover iniciativas educativas estaba constantemente presente en su mente. Todos los que le conocían podrían proveer ejemplos de cómo surgían naturalmente en los ámbitos en los que se relacionaban con Joan. Yo mencionaré tres.
El primero lo conozco por persona interpuesta. En los últimos años de su vida Joan fue miembro del Patronato de Aula Escola Europea. También mi esposa, antigua profesora de matemáticas en la escuela, lo era y es por ella que sé cuan dedicado y creativo fue Joan como miembro de ese patronato. Empujando y ayudando siempre a que la enseñanza de las ciencias combinase el rigor y la exigencia que corresponde a cada momento educativo con una metodología estimulante.
Y participando y aportando ideas hasta las últimas semanas de su vida.
Los dos restantes se relacionan con el Barcelona Institute of Technology (BIST), una fundación – que tengo el honor de presidir y que cuenta con financiación mayoritariamente privada – de apoyo a siete centros públicos de investigación. Todos ellos han recibido el sello Severo Ochoa de excelencia. Debe verse como un instrumento de colaboración público – privada. Uno de los centros es el IRB, fundado y dirigido por Guinovart, responsable por tanto de instalarlo en el sendero de calidad que le ha dado el brillo que hoy tiene. Cuando se jubiló no quisimos, desde el BIST, dejar pasar la oportunidad de aprovechar su experiencia y liderazgo en beneficio del colectivo. Conscientes que para él sería un señuelo irresistible llegamos al acuerdo que impulsaría actividades formativas desde el BIST. Lo hizo con entusiasmo y desplegando su proverbial perspicacia. Se implicó a fondo en dos proyectos: el centro formativo Dolors Aleu y la escuela de secundaria Angeleta Ferrer.
El proyecto educativo Dolors Aleu fue una de las primeras iniciativas del BIST tras su fundación en 2015. Se diseñó un máster internacional de introducción a la investigación. De un año de duración. Su característica distintiva e innovadora es que las semanas en el aula son pocas. El grueso de la formación tiene lugar en los laboratorios en formato de prácticas tuteladas y con dedicación intensiva. El alumno pasa por dos laboratorios de dos centros BIST diferentes, con una intensidad mayor en uno de ellos (lo que define un major). Después del máster los alumnos (entre 20 y 25 por año) siguen carreras diversas, siendo el doctorado la más frecuente, en centros de todo el mundo (incluidos los del mismo BIST). El título oficial de máster es de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Inicialmente, la colaboración con la UPF fue vía un convenio. A partir de la incorporación de Guinovart se reconfiguró la colaboración con la creación de un centro propio del BIST adscrito a la UPF, del que Guinovart pasó a ser Director Académico. El centro se denominó Dolors Aleu en honor de la primera española que ejerció la profesión médica. La trayectoria del máster ha sido muy buena y el desgraciadamente breve periodo en que Guinovart se implicó en el mismo ha sido importante para consolidarlo. Para nosotros haber contado con esa implicación es una garantía de que vamos por el buen camino.
En el segundo proyecto participó en el diseño desde su inicio. Y, como explicaré, no hubiese existido sin su actitud de alerta permanente. En el BIST, y ya contando con Guinovart, decidimos que sería razonable focalizar nuestras actividades de “outreach” en la educación científica en el nivel previo a la universidad. Pedimos cita al Conseller Bargalló, responsable del Departament d’Educació, se nos dio fecha y procedimos a prepararnos. Surgieron algunas buenas ideas. Una de ellas singularizar una escuela como referente en educación STEM. Pero pensamos que esta era demasiado ambiciosa, que no encajaría con la planificación del Departament d’Educació y que era más prudente concentrarse en propuestas de menor calado. En la cita el Conseller fue receptivo y bien dispuesto hacia nuestras propuestas. Tanto que Guinovart, muy adepto a coger oportunidades al vuelo, se separó del guión y planteó la idea de la escuela STEM. ¡Y dio en la diana! Al Conseller le interesó y, además, el momento era bueno: el Departament d’Educació estaba en proceso de constituir, desde cero, una nueva escuela en el barrio de la Sagrada Familia de Barcelona y ya se había barajado la posibilidad que tuviera algún tipo de singularidad pedagógica. La propuesta de Guinovart encajaba como anillo al dedo. Así empezó para todos nosotros la aventura de la escuela Angeleta Ferrer.
Con el Departament d’Educació no diseñamos una escuela de concentración de alumnos especialmente dotados para las ciencias. Los alumnos serían los que tocaran por la ubicación de la escuela, sin selección previa por aptitud científica. Pero la escuela iba a ser un centro de experimentación de metodologías docentes orientadas a generar los mejores resultados en habilidades STEM en alumnos medios. Claro está que la ambición era que esta experimentación se tradujese en la generalización en el sistema de las buenas prácticas identificadas. El trabajo de diseño y de selección – siempre evidentemente con Educació – del núcleo inicial de profesorado fue intenso, como lo fue con el núcleo inicial y un buen número de investigadores de centros BIST cuando, concluida la edificación de su sede – en su diseño pudimos incidir un tanto-, la escuela empezó a recibir alumnos y a desarrollar prácticas educativas. Guinovart se volcó en el asesoramiento y la colaboración con la escuela Angeleta Ferrer. ¿Podemos decir que el proyecto Angeleta Ferrer, como lo concebíamos desde el BIST, ha sido un éxito? Relativo, ciertamente. Absoluto está por ver. Ha tropezado con un escollo. El impacto más allá de sus paredes depende de la circulación de profesores. Idealmente el proyecto debe incluir un núcleo estable que incorpore el espíritu y la memoria intelectual de la escuela, y un sistema organizado de presencia temporal y rotaciones de otros profesores que, al dispersarse por el sistema, inyecten las buenas prácticas. Ni el núcleo estable ni las rotaciones encajan bien con las reglas de asignación de profesorado de un centro ordinario del sistema, que es jurídicamente lo que es la escuela Angeleta Ferrer. Hasta ahora, nuestra insistencia, y muy especialmente la de Guinovart, en este punto clave no ha prosperado. ¡Ojalá algún día pudiera enviar un mensaje a Joan, allí donde esté, para comunicarle que al fin se ha salido con la suya! Entretanto, Joan, nosotros seguiremos insistiendo en tu nombre.

