
Las sociedades científicas son agrupaciones profesionales esenciales para el desarrollo, formación, internacionalización y divulgación de la ciencia. Al aglutinar a los científicos de una o múltiples disciplinas favorecen su interacción mediante la organización regular de reuniones, talleres o congresos, y promueven la incorporación de jóvenes investigadores al brindarles un marco en el que discutir sus intereses científicos y profesionales. En este sentido, la promoción de los activos científicos de sus miembros y del impacto social del avance científico son dos objetivos fundamentales que sustentan una sociedad científica. Indudablemente, el primer objetivo es algo reconocido por todos los actores implicados, mientras que el segundo requiere de instrumentos con mayor proyección y vocación social, como son las Fundaciones. Las sociedades científicas han demostrado ser organizaciones altamente conocedoras de su responsabilidad social, tanto en situaciones de crisis sanitarias como las vividas hace apenas un lustro con la COVID-19, como actualmente con la extensa desinformación pseudocientífica propulsada por las redes sociales que daña el bienestar de la sociedad. En este sentido, las sociedades científicas son entidades que evolucionan con la sociedad, adaptándose al progreso tecnológico, económico y social. La capacidad de adaptación es esencial para fortalecer los vínculos con las distintas generaciones que conforman sus miembros y con la sociedad.
En este sentido, la adaptación a la coyuntura del entorno es lo que ha caracterizado y guiado a la SEBBM desde su constitución en el año 1963. Y ello ha sido posible gracias a la visión de los científicos que la crearon, de los miembros que han confiado y confían en ella, y a los equipos directivos que han liderado y gestionado su desarrollo. A todos ellos hemos de agradecer lo que hoy es y representa la SEBBM, una de las sociedades más numerosas y de mayor impacto a nivel nacional, con un amplio reconocimiento a nivel internacional y social. Y a este éxito han contribuido de forma significativa y seminal dos presidentes que gestionaron la SEBBM en dos contextos diferentes, nada fáciles, pero que con su visión, tesón y buen hacer la condujeron de forma brillante. Me refiero a Federico Mayor Zaragoza y a Joan J. Guinovart, que tristemente nos dejaron hace unos meses y a los que dedicamos este número especial de la revista con el objeto de recordar su legado tanto científico como personal y humano. Hablé de ellos en mi anterior tribuna, pero no me resisto a realizar comentarios complementarios que considero se merecen ambos. Dejo el análisis más detallado y profundo a los dosieres que componen este número y que describirán con mayor acierto y precisión sus trayectorias y legados.
Federico fue un impulsor clave de la SEBBM, participando activamente en las reuniones previas que, finalmente, condujeron a su constitución en 1963. Como vicepresidente de la SEBBM (1968-1972), fue un actor clave en la organización en Madrid de la VI Reunión FEBS en abril de 1969, en un contexto político y social complejo por la declaración del estado de excepción en enero de ese año, que levantó temores en las sociedades de bioquímica europeas. La junta directiva navegó magistralmente por la situación política convirtiendo el congreso en un éxito para la bioquímica nacional, tanto por la extensa participación como por la presencia de seis premios Nobel. Sin duda, un claro triunfo internacional de la joven SEBBM (en aquel entonces SEB) que Federico reforzó ampliamente durante su presidencia (1972-1976).
Federico nunca dejó de ser un apasionado de la SEBBM, dispuesto a ayudar a sus miembros, especialmente a los más jóvenes transmitiéndoles su entusiasmo por la bioquímica, por el avance científico y sus valores humanos. Su humanidad y respeto social están fielmente expuestos en su amplio y excelente poemario, una faceta humana que posiblemente es desconocida por la comunidad SEBBM, pero que fue un pilar elemental de su profundo humanismo. Fue, además, un líder, tanto a nivel nacional reflejado en la multitud de cargos que ostentó, como internacionalmente como director general de la UNESCO. Y no podemos olvidar que fue el promotor en 1968 de la “prueba del talón” en neonatos para la detección temprana de enfermedades raras. Todo un hito sanitario de incalculable valor social.
Al igual que Federico, Joan Guinovart fue también un amante de la SEBBM. Durante su presidencia (1996-2000) impulsó la modernización de la SEBBM fortaleciendo su proyección e influencia científica y social. Fue esta modernización la que promovió de forma sustancial la membresía a la sociedad, convirtiéndola en una de las sociedades nacionales más numerosas y un foro para el desarrollo profesional de los jóvenes bioquímicos. Su visión no se circunscribió solo a nivel nacional, se preocupó, y mucho, de la proyección internacional. En este sentido, su nombramiento como FEBS meeting counsellor y la organización en Barcelona del 24th FEBS congress en 1996 fueron claves para potenciar la influencia de la SEBBM y la bioquímica española a nivel europeo. Del mismo modo, su elección como tesorero y, posteriormente, como presidente de la IUBMB reforzaron el liderazgo a nivel mundial. Con este reconocimiento y respecto internacional no cabe duda de que también fue un soporte esencial para que España organizase en Sevilla el 22nd IUBMB-37th FEBS Congress en 2012.
Además, convencido de la importancia de la ciencia para la educación y el bienestar social, y reconociendo que la dispersión de sociedades científicas ejercía una influencia modesta a nivel político y legislativo, en 2003 promovió el proyecto de fundación de la COSCE, confederación que agrupó a 42 sociedades científicas. En 2004 fue elegido su presidente, dotando a la confederación de los instrumentos para su funcionamiento y delineando sus líneas de actuación. Su visión y plan de acción contribuyeron al éxito actual de la COSCE, con más de 70 sociedades que representa a más de 30.000 científicos de todas las ramas del conocimiento.
No menos importante fue la impronta que dejó Joan en la comunicación científica como editor de las revistas SEBBM e IUBMB, a las que profesionalizó, convirtiéndolas en revistas de excelencia ampliamente apreciadas por la comunidad bioquímica. Particularmente, la revista SEBBM experimentó un cambio sustancial tanto en el contenido como en su formato, que la hicieron un producto altamente leído por una amplia audiencia tanto a nivel nacional como internacional. Una característica de la revista SEBBM es su compromiso de divulgación científica en español, uno de los objetivos del cambio auspiciado por Joan.
En síntesis, Federico y Joan no sólo fueron dos gigantes de la bioquímica, fueron, además, dos excepcionales miembros de la SEBBM, así como dos inquebrantables humanistas defensores de los derechos y la dignidad humana, y de la paz. Dos modelos humanos a los que copiar por sus bondades y generosidad. La SEBBM, y en general nuestra sociedad, está en deuda con ellos. ¡Mil gracias por vuestras enseñanzas, valores y enorme legado!