Un maestro de la comunicación
Ciencia y Sociedad

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Yo le llamaba mestre y él me llamaba xiquet.

Mestre, maestro en catalán, porque me admiraba su vocación por explicar, por enseñar, por ayudar.

Xiquet, muchacho, y también el nombre de los castellers de su tierra, como muestra de afecto, supongo. Un afecto recíproco.

Precisamente porque era un maestro con voluntad de comunicar, fue la primera persona en quien pensé cuando me consultaron qué científico podría colaborar en la sección de Opinión de La Vanguardia. Fue en el año 2000 y Álex Rodríguez, que había sido nombrado subdirector, quería renovar la sección e incorporar voces nuevas, entre ellas la de un científico. ¿Joan Guinovart?, preguntó extrañado, ¿quién es? Le tuve que explicar quién era. Él habría preferido una figura de más renombre y Guino -como también le llamaba, cuando no le llamaba maestro- era poco conocido fuera de la comunidad científica. Pero tendría más que decir, insistí, y lo diría mejor.

Los puse en contacto y Guino se mostró dispuesto a ayudar desde el primer momento. Para nosotros, en La Vanguardia, fue un ejemplo de generosidad. Para él, además, creo que fue una oportunidad de defender aquello en lo que creía. Porque, además de maestro, tenía mentalidad de activista. Creía en la ciencia como patrimonio de la humanidad y no se cansaba de reivindicarla.

Sus artículos de aquella época son modélicos. Están escritos con una prosa clara, sin artificios, y todo lo que escribió continúa vigente. Rescato algunas perlas:

“La nueva economía no está basada en mano de obra sino en cerebros de obra”.

“Nuestro futuro bienestar pasa por tener los ciudadanos mejor preparados, los científicos más sobresalientes, los ingenieros más capaces, los empresarios más competentes y una sociedad consciente del valor de la ciencia y de la formación”.

“Si creen que la investigación y la educación son caras, prepárense para lo que acabarán costando la ignorancia y la mediocridad”.

“¡Es el conocimiento, estúpido!”

No recuerdo que nunca me pidiera nada para sí mismo. Por el contrario, no le costaba prestarse a ayudar a otros. Cuando identificaba a algún investigador excepcional, sobre todo si era joven y desconocido, se ofrecía a presentarnos. Le gustaba ayudar sobre todo a los jóvenes.

Como era tan altruista, y le importaba mejorar la visión social de la ciencia, adquirí la costumbre de consultarle cuando se me ocurrían nuevos proyectos de comunicación científica.

Por ejemplo, cuando creamos el premio Vanguardia de la Ciencia para dar visibilidad a investigaciones excelentes que se hacían en España, invitando a los lectores a votar las que consideraban más interesantes. Guino secundó el proyecto con entusiasmo, me dio buenos consejos y contribuyó como jurado a seleccionar a los finalistas que presentamos a los lectores.

Unos meses más tarde, el día del acto de entrega del premio, celebramos una cena con los finalistas, los miembros del jurado y los organizadores, tanto de La Vanguardia como de la Fundación Catalunya Caixa, que se sumó al proyecto. Guino llegó a la cena con un plan del que, según creo, no había informado a nadie. Esperó a los postres, al momento en que el ambiente era óptimo, para tomar la palabra.

“Tengo una propuesta que creo que os puede interesar”, le dijo a Marta Lacambra, directora general de la Fundación Catalunya Caixa (que después se convirtió en Catalunya La Pedrera). “Se trata de seleccionar a estudiantes de bachillerato motivados por la investigación y ofrecerles la oportunidad de venir a formarse al IRB los sábados por la mañana. Nosotros ponemos los laboratorios, los reactivos, los investigadores que formarán a los estudiantes… todo. Pero no podemos hacerlo solos”.

La fundación organizaba ya en verano el programa Joves i Ciència (Jóvenes y Ciencia) para alumnos de instituto interesados por la investigación, y aceptó el reto de complementarlo con un programa específico sobre biomedicina durante todo el curso. Fue así cómo nació en 2013 el programa Bojos per la Biomedicina (Locos por la Biomedicina). Cuando unos meses más tarde publicamos una entrevista a Guino en La Vanguardia con motivo de esta nueva iniciativa, explicó que “siempre me ha preocupado ayudar a los jóvenes que tienen más pasión por la ciencia para que puedan desarrollar su potencial”.

La idea tuvo tanto éxito que la Fundación Catalunya La Pedrera ha ampliado los programas de Bojos per la Ciència (Locos por la Ciencia) a otras catorce disciplinas en otros centros de investigación. Ninguno de los más de 250 jóvenes que se incorporan cada año a estos programas podrían hacerlo de no ser porque a Joan Guinovart se le ocurrió que era posible hacerlo y Marta Lacambra se animó a apoyarlo.

Más tarde, en otra entrevista, la última que le hice, le pregunté qué le hubiera gustado ser de no haber sido científico. -Educador- contestó sin titubear.

Acto realizado en el foro Barcelona Tribuna en 2022 sobre “El acceso al conocimiento”. De izquierda a derecha, Ismael Palacín, director de la Fundació Bofill; Joan J. Guinovart; Miquel Roca, presidente de la Sebap; Lluís Torner, director del ICFO y Josep Corbella, periodista de La Vanguardia.
Referencia del artículo
Corbella J. 2025. Un maestro de la comunicación. SEBBM 224
https://doi.org/10.18567/sebbmrev_224.202505.dc6