Don Federico nuestro maestro
Educación y Universidad

Descargar PDF

Si es difícil encerrar en unas páginas una vida humana, mucho más arduo es tratar de describir en unas pocas palabras, por muy profundas y sentidas que sean, la personalidad tan rica de Federico Mayor Zaragoza, el catedrático eminente, el hombre de grandes intuiciones científicas, el jefe de un grupo de jóvenes científicos, el Rector de la Universidad, el político soñador y entregado, el Director General de la UNESCO, el emprendedor, el amigo, el hombre al que el mundo se le quedó pequeño. Sin embargo, es posible que la memoria colectiva de los que fuimos sus discípulos nos ayude a dibujar con brochazos los rasgos de su gran personalidad, ese conjunto de cualidades innatas y adquiridas que a lo largo de la vida conforman una persona.

De don Federico Mayor, ese catedrático joven que llegó a Granada el año 1963 al exdirector General de la UNESCO nos queda en primer lugar la urgencia esperanzada, urgencia porque “Mañana siempre es tarde”, pero con esperanza, ese impulso íntimo que se canaliza en la práctica en un imperativo ético para lograr un mundo mejor, en el que impere la paz, a través de la educación, en todos los niveles de la sociedad y en el mundo entero. En uno de sus poemas, porque también sabía expresar sus sentimientos en bellas palabras profundas decía:

“Cuando me pidan
cuál es mi estirpe
diré que soy linaje
del universo entero”.

Y pocos días antes de morir clamaba en su felicitación navideña del año pasado:

“De pronto la esperanza renovada
En los nuevos senderos
A escala personal y colectiva […]
Ahora, por fin, la fuerza de la palabra
Y nunca más de las armas,
Ahora, sí, ya, «Nosotros los pueblos»
Iguales en dignidad”.

Federico Mayor creía y confiaba de verdad en las personas, en la necesidad de “establecer puentes entre fronteras” y de “no considerarnos distantes y mucho menos distintos”, y lo llevó a la práctica en el trato con los alumnos y con sus discípulos más cercanos. “Fue el catedrático que mayor respeto y educación demostraba con los alumnos”, como Profesor y cuando siendo Rector recibía a todos los que pedían audiencia. Cuando llegó a la Universidad de Granada el joven catedrático era “el profesor más brillante que había conocido con un entusiasmo contagioso y una claridad de exposición poco habitual” y “hablaba tan bien que muchos de los que le escuchaban, especialmente las alumnas, solían terminar la clase sin tomar apuntes, encandilados por su magnetismo personal y oratoria”.

Pero no todo se quedaba en palabras, puesto que desde el comienzo nos impresionó a todos su enorme capacidad de trabajo. “Era la primera persona en llegar al Departamento y la última en abandonarlo” y “tengo que decir que pocas veces conseguí llegar al laboratorio antes de don Federico ni salir más tarde”. “De don Federico he aprendido muchas cosas, pero nada como su capacidad de trabajo y su ilusión sin límites”. Y era verdad, en aquellos tiempos don Federico era: director del Departamento de Bioquímica de la Facultad de Farmacia, director de las primeras Tesis doctorales, Rector de la Universidad de Granada, procurador en las Cortes en las que se discutía la Ley general de Educación de 1970 -en la que estuvo muy implicado-, ley impulsada por el Ministro don José Luis Villar Palasí, y además de todo ello su empeño en buscar los fondos y ayudas para la investigación, puesto que comenzaban a ver la luz una serie de proyectos que nacían de su enorme creatividad.

Con los primeros discípulos (1969).

La labor del Prof. Mayor Zaragoza durante los diez años que estuvo en Universidad de Granada fue impresionante, tanto en el aspecto docente como en el investigador. Consiguió dotar de infraestructura científica al Departamento -entonces todavía “Cátedra”- mediante convenios y ayudas diversas y creó un nutrido equipo de bioquímicos, algunos de los cuales permanecieron en Granada y otros le acompañaron a la Universidad Autónoma de Madrid y posteriormente han ocupado cátedras de Bioquímica en otras Universidades. Con su gran olfato científico para proponer nuevas hipótesis nos enseñó a investigar y a publicar los resultados de nuestro trabajo. Su capacidad de organización la puso a prueba en la presidencia del IV Congreso Nacional de Bioquímicos Españoles, celebrado en la Facultad de Farmacia de Granada en marzo de 1967. En el transcurso del mismo fueron investidos Doctores Honoris Causa por la Universidad de Granada los premios Nobel: Carl F. Cori, Severo Ochoa y Luis Federico Leloir.

En 1968, creó la Sección de Bioquímica de la Estación Experimental del Zaidín (CSIC) de Granada, que con los años se transformó en el actual Departamento de Estrés, Desarrollo y Señalización en Plantas.

Durante su estancia en Oxford en el curso 66-67, en el laboratorio del Prof. Hans Krebs, conoció al Dr. Louis Wolf quien estaba diseñando en aquellos momentos lo que sería uno de los primeros grupos de detección precoz de metabolopatías en el mundo. Y como “mañana siempre es tarde” que no es sólo el título de uno de sus libros, sino su forma de ser y de pensar, no esperó y propuso a la dirección General de Sanidad, -en aquel entonces dentro del Ministerio de la Gobernación-, la creación de un centro piloto para la detección y prevención de enfermedades metabólicas y cromosómicas. En octubre de 1968 se inauguró en Granada, -donde todos es posible-, el Centro de Investigación de Enfermedades Metabólicas y Cromosómicas (CIAMYC). Dos años más tarde se detectó el primer caso asintomático de fenilcetonuria. Era el “milagro” de la prevención, que afortunadamente hoy se extiende a millares de niños con enfermedades metabólicas. Aún en Granada, en junio de 1973, organizó un Simposio Internacional sobre “Avances en el tratamiento de los Errores Congénitos del Metabolismo” que nos dio la oportunidad de conocer a los científicos más importantes en este campo.

Siempre nos inculcó un interés por buscar la posible aplicabilidad de los resultados experimentales, “no tanto por el interés comercial sino por su posible aplicación en la curación de enfermedades que aún persisten en nuestra sociedad y que hacen sufrir a millones de los habitantes de nuestro planeta”. Otro de nuestros compañeros decía: “en mi primera entrevista aprendí que la Bioquímica servía para entender las enfermedades, y que la investigación era la única manera de conocer sus causas con objeto de poder evitarlas”.

Con los pioneros de Madrid (1981)

Muchas veces nos hemos preguntado cómo ha sido posible que después de tantos años sus discípulos sigamos tan unidos con tanta variedad de personas. Recordando los tiempos de Granada Magdalena Ugarte decía: “la convivencia entre nosotros era especialmente buena, teníamos muy buen «rollo», como se dice ahora, y era una suerte porque en el laboratorio pasábamos la mayor parte del día. Esta buena relación ha sido uno de los ejemplos a seguir por todos nosotros”. Creo sinceramente que la respuesta es porque nos encontrábamos ante un verdadero líder. Podríamos definir a nuestro jefe como el hombre capaz de liderazgo. El líder es definido por el Diccionario de la Real Academia como “persona a la que un grupo sigue, reconociéndola como su jefe y orientador”. Para que exista el líder es necesario que el grupo crea y confíe en él, que le reconozca como jefe (entre nosotros hablábamos del “jefe”, siempre con respeto y agradecimiento) y que tenga ese carisma de orientación, consejo, aliento, y de comunicación de entusiasmo: lo que nosotros de manera jocosa y cariñosa llamábamos la “federikina”. La deformación profesional nos hizo dar el nombre asonante de “federikina”, a ese fármaco virtual que de hecho existía, y era en realidad ese contagio de optimismo y entusiasmo que la figura del jefe inspiraba.

Federico Mayor sabía muy bien que el grupo no se consolida si no hay una empatía entre todos los miembros, que sirva como de tejido conjuntivo, más allá de los encuentros diarios en el trabajo de la docencia y de la investigación. La amistad sincera ha seguido viva entre los diferentes miembros de los grupos que luego se formaron en Granada, Madrid, Salamanca, Sevilla y Málaga. El dinamizar al grupo, sin presionarlo y agobiarlo es una de las características del líder, puesto que al líder hay que seguirle siempre con el mismo paso que él impone y don Federico supo imponernos un paso, a veces por caminos costosos y difíciles, pero conociendo dónde podría estar el límite de fractura psicológica de cada uno de nosotros.

El líder tiene que saber dinamizar y entusiasmar al grupo, para que éste crea en una labor común. En aquel entonces el entusiasmo suplía en parte nuestra inexperiencia en el mundo de la ciencia. Íbamos un poco a “contraviento” (es curioso que el primer libro de poemas, muchos de ellos autobiográficos, de Federico Mayor se titule así: “A contraviento”), pero luchábamos como los remeros que describe Virgilio en las regatas de la “Eneida”, con ese verso tan maravilloso con el que don Federico abre su libro de ensayo: “Mañana siempre es tarde”; Possum quia posse videntur.

En su 70 cumpleaños.

En septiembre de 1973, Federico Mayor se traslada a la Universidad Autónoma de Madrid donde crea el Centro de Diagnóstico de Enfermedades Moleculares (CEDEM). Federico Mayor, además de abogar por la investigación en general, ha apoyado la investigación de las enfermedades causantes de daño neurológico y su prevención. Y fruto de muchas acciones orientadas a este fin fue la creación del Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad. Un año después, en 1974, Federico Mayor Zaragoza, junto con el Premio Nobel Severo Ochoa, impulsó la creación del Centro de Biología Molecular ‘Severo Ochoa’ (CBM), CSIC-UAM, del que fue su director hasta 1978. En el CBM se integraron los grupos del CSIC de los Profesores Eladio Viñuela, Margarita Salas, David Vázquez y Antonio García Bellido.

Federico Mayor, en estos años, fue además Subsecretario de Educación y Ciencia, Diputado del Parlamento Español, Ministro de Educación y Ciencia, Diputado del Parlamento Europeo, Director General Adjunto y Director General de la UNESCO. Pero nunca nos dejó solos, siempre pudimos contar con él.

Con la Fundación Cultura de Paz, que constituyó en 2000, Federico Mayor continuó la labor emprendida en la UNESCO promoviendo la educación, el diálogo y el desarrollo sostenible como herramientas para prevenir la violencia y fomentar la convivencia pacífica. Federico Mayor fue un firme defensor del multilateralismo y la necesidad de una gobernanza global más justa y equitativa en pro de una sociedad más justa y pacífica; su indiscutible liderazgo, su trabajo incansable, su entusiasmo contagioso, su fecunda creatividad, su deseo de hacer el bien y lo más importante su sincera amistad vivirán siempre en sus discípulos.

Referencia del artículo
Aragón Rueda CA, Benavides Yanguas J, de las Heras MB, Cuezva Marcos JM, Giménez Martín C, Lázaro Paniagua JJ, Machado de la Quintana A, Mayor Menéndez F, Medina Jiménez JM, Moreno Muñoz F, Núñez de Castro García J, del Río Legazpi LA, Sánchez de Medina Contreras F, Satrústegui Gil-Delgado J, Suárez Ortega MD, Ugarte Pérez M, Valdivieso Amate F. 2025. Don Federico nuestro maestro. SEBBM 224
https://doi.org/10.18567/sebbmrev_224.202505.dc13