La bala mágica contra la malaria

La malaria, causada por protistas del género Plasmodium, es una de las enfermedades más devastadoras a nivel mundial, afectando principalmente a países en desarrollo. La nanomedicina ha de ser una herramienta clave para derrotar al parásito, cuyo complejo ciclo biológico requiere estrategias bien diseñadas para la administración selectiva de fármacos.

De entre todas las enfermedades infecciosas la malaria (1) probablemente figura a la cabeza por lo que se refiere a la perversidad de su agente causante, el protista Plasmodium sp. (2). Este patógeno reparte su ciclo vital entre dos huéspedes: los humanos y las hembras de ciertas especies del género de mosquitos Anopheles. Cuando un mosquito parasitado pica a la persona, inyecta esporozoítos, la forma infecciosa de Plasmodium que rápidamente alcanza el hígado donde penetra en algunos hepatocitos. Ahí se mantiene en un estado de latencia que va desde días a meses dependiendo de la especie, hasta el momento en que rompe la célula hepática y entra en el torrente sanguíneo para iniciar el ciclo eritrocitario. En cuestión de minutos, el parásito de la malaria invade los hematíes, en el interior de los cuales se desarrolla, alimentándose principalmente de la hemoglobina de estas células y escondido así de la vigilancia del sistema inmunitario. A pesar de su letalidad, Plasmodium es un parásito muy frágil y no puede sobrevivir más de unos pocos minutos fuera de otra célula. Después de un período que va de dos a cuatro días dependiendo de la especie, Plasmodium se despoja de los restos del glóbulo rojo que le sirvió de casa y escondite, para invadir nuevas células y así perpetuar el ciclo eritrocitario asexual. Eventualmente, algunos de los hematíes infectados se diferencian hacia gametocitos, formas de vida más larga que están a la espera de completar la fase sexual de su ciclo biológico en el mosquito. Cuando otra Anopheles ingiere el patógeno durante su picadura, el descenso de la temperatura experimentado al pasar de la sangre del mamífero al insecto es la señal que les indica a los gametocitos que pueden continuar su evolución hacia gametos masculinos y femeninos. En el estómago del mosquito, y en un entorno derivado prácticamente en su totalidad de sangre humana, se da la fecundación tras la cual el zigoto, llamado también ookineto, se adhiere a la pared del estómago, la traspasa, y forma un oocisto en donde por división asexual se generan centenares de esporozoítos, los cuales migran hacia las glándulas salivares del insecto preparados para reiniciar un nuevo ciclo infeccioso con la siguiente picadura.

Además de este sofisticado juego del escondite intracelular, Plasmodium ha desarrollado durante su evolución otras sorprendentes estrategias para sobrevivir. Los hematíes alterados, viejos o enfermos son normalmente retirados de la circulación por el bazo; pues bien, el parásito de la malaria construye en la superficie de los hematíes que infecta unas estructuras diseñadas para adherirse a las células endoteliales de los vasos sanguíneos, con lo cual los eritrocitos parasitados quedan retenidos en las paredes de los capilares y así no llegan al bazo. Las proteínas que forman estas zonas adhesivas son una clara marca que señala a la célula que las lleva como parasitada a los ojos de los macrófagos del sistema inmunitario. Pero, oh sorpresa, en otra vuelta de tuerca en la sofisticación de las artimañas exhibidas por Plasmodium para perpetuarse, dichas proteínas son reemplazadas cada pocas generaciones, con lo cual una vez se han desarrollado anticuerpos contra una determinada molécula, ésta es sustituida y los anticuerpos existentes son ineficaces.

Dado que el ciclo eritrocitario en sangre es el responsable de la totalidad de los síntomas y patologías de la malaria, es lógico que los esfuerzos terapéuticos se hayan encaminado principalmente a eliminar esas formas del parásito. Sin embargo, dado que el número de hematíes infectados en la circulación de una persona con malaria puede llegar a varios miles de millones, la administración de fármacos que en una sola dosis sean capaces de eliminar todos los patógenos es prácticamente imposible. Por lo tanto, se recurre a dosis múltiples durante tiempos más o menos largos que conllevan el nefasto fenómeno de la inducción de cepas resistentes de Plasmodium, que a la larga reducen drásticamente la eficacia de los antimaláricos. Para eliminar este problema se están empezando a diseñar estrategias para la administración de fármacos a las llamadas fases de transmisión del humano al insecto y viceversa, de algunas de las cuales hay muy pocas células, como es el caso de los oocistos, cuyo número en un mosquito puede ser de solamente uno. Naturalmente, en este caso la dificultad reside en que hay posiblemente miles de millones de mosquitos a los que administrar el antimalárico.

En cualquier caso, independientemente de qué fase del patógeno se quiera eliminar, es necesario hacerlo con la mayor especificidad posible con una vectorización exclusiva hacia las células que contienen el parásito, algo que hoy en día no es posible todavía. Conseguirlo supondría la posibilidad de poder administrar dosis totales muy bajas con lo cual se reducirían posibles efectos secundarios, pero al mismo tiempo elevadas localmente, lo que conllevaría una eliminación rápida de Plasmodium que limitaría mucho su capacidad para generar formas resistentes a los antimaláricos. Esta idea, conocida popularmente como el concepto de la bala mágica (3), no es nueva. Fue Paul Ehrlich (4) quien hace más de un siglo lanzó la idea de la utilidad de disponer de medicinas que selectivamente atacasen a las células o tejidos enfermos sin afectar en absoluto a órganos sanos adyacentes. La primera sustancia ensayada por Ehrlich fue precisamente un compuesto contra la malaria: el azul de metileno. Hoy el concepto de bala mágica está siendo refinado a nivel molecular por muchos grupos de investigación, aunque no tantos si hablamos de la lucha contra Plasmodium. En particular la nanomedicina (5) está explorando prometedoras estructuras en forma de diferentes tipos de nanocápsulas (liposomas, polímeros naturales, dendrímeros) funcionalizadas con moléculas vectorizadoras (anticuerpos, aptámeros de DNA, glucosaminoglucanos) que pronto podrían empezar a socavar las defensas que Plasmodium ha ido construyendo a lo largo de millones de años de coevolución con los humanos. Sólo es de desear que los falsos mitos de que la nanotecnología es cara y por tanto su uso para enfermedades de la pobreza es prohibitivo no entorpezcan lo que podría ser una de las principales puntas de lanza para erradicar no sólo la malaria sino muchas otras patologías preeminentes en los países en desarrollo.

Agradecimientos:

Se agradece la financiación por parte de los proyectos BIO2011-25039 del Ministerio de Economía y Competitividad, que incluye fondos FEDER, y del proyecto 2009SGR-760 de la Generalitat de Catalunya.

Liposoma vectorizado específicamente hacia hematíes infectados por Plasmodium. Imagen extraída de: Urbán, P., Estelrich, J., Cortés, A., and Fernàndez-Busquets, X. (2011) A nanovector with complete discrimination for targeted delivery to Plasmodium falciparum-infected versus non-infected red blood cells in vitro. J. Control. Release 151, 202-211.
REFERENCIAS
  1. https://es.wikipedia.org/wiki/Malaria
  2. http://es.wikipedia.org/wiki/Plasmodium
  3. http://www.elmundo.es/elmundosalud/especiales/2006/05/farmacos/anticuerpos/balas_magicas.html
  4. http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Ehrlich
  5. http://digital.csic.es/bitstream/10261/27998/1/038_043_Articulo_05.pdf