Desde la antigüedad es conocida la estrecha relación existente entre la nutrición y la salud. Zanahorias para la vista, naranjas para los resfriados,… una y mil veces nos han dicho que la salud empieza en casa con una buena alimentación. Este saber popular se fue confirmando a medida que el conocimiento científico iba desarrollándose y en la actualidad está ampliamente demostrado que la alimentación ejerce un papel fundamental en el mantenimiento del estado de salud. Tal es su importancia que los gobiernos de diferentes países han desarrollado toda una serie de políticas enfocadas a potenciar la salud de sus ciudadanos mediante la alimentación [1-2].
En este contexto, en las últimas dos décadas han surgido con fuerza los alimentos funcionales, alimentos que declaran ejercer unos determinados beneficios en el organismo una vez consumidos. Pero ¿realmente funcionan? ¿Cómo pueden las empresas alimentarias demostrar que al consumir sus productos se está produciendo una funcionalidad en el organismo? La primera pregunta está fuera de dudas. A pesar de que en su origen existió una gran controversia sobre la eficacia de los alimentos funcionales debido a la aparición masiva de este tipo de productos y a la falta de una legislación clara al respecto, con la aparición de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en el año 2002 la situación se normalizó [3]. Así, en la actualidad, las empresas alimentarias únicamente pueden comercializar alimentos funcionales alegando declaraciones de salud una vez hayan demostrado científicamente que existen evidencias suficientes que confirmen su funcionalidad y tras haber logrado una opinión favorable de la EFSA al respecto. El nivel de exigencia impuesto por la EFSA es muy elevado obligando a las empresas a llevar a cabo una gran número de estudios in vitro (utilizando cultivos celulares), in vivo (en animales de experimentación) y finalmente en humanos para demostrar la funcionalidad deseada. Por lo tanto, queda confirmado que todo aquello que encontremos en la actualidad en el mercado tiene una funcionalidad contrastada científicamente [4]. Esto nos lleva a la segunda pregunta, ¿cómo se demuestran estos efectos? Las ciencias ómicas juegan un papel fundamental en este proceso de validación.
Las ciencias ómicas son todo un conjunto de disciplinas en las que se analizan desde una aproximación global diferentes aspectos bioquímicos como son los genes o las proteínas. El sufijo –ómica, procedente del griego –oma que significa «conjunto de», ya nos da una idea del carácter holístico de este grupo de técnicas. Así, la genómica se encarga del estudio del genoma (el conjunto de genes) y la proteómica del proteoma (el conjunto de proteínas). De entre las diferentes ómicas, la metabolómica, basada en el análisis del conjunto de metabolitos de un organismo mediante el uso de técnicas como la resonancia magnética nuclear (RMN) y la cromatografía acoplada a detectores de masas (GC-MS, HPLC-MS y HPLC-MS/MS), destaca como pieza fundamental en los estudios diseñados para confirmar la funcionalidad de los alimentos funcionales. Esto es así debido a que el metaboloma nos da una idea del estado global del organismo, proporcionando una foto real de lo que está ocurriendo en un momento dado. Se debe tener en cuenta que los metabolitos son los productos finales del metabolismo y por lo tanto ofrecen una información que podría no estar reflejada por el estudio de los otros componentes como genes y proteínas [5]. Así, al ingerir un alimento funcional se producirán una serie de cambios en el organismo que se verán reflejados en el metaboloma. Aquellos metabolitos que se puedan correlacionar directamente con la funcionalidad deseada serán los idóneos para ser usados como biomarcadores que confirmen su efectividad [6]. En algunos casos la identificación de estos biomarcadores es muy clara. Por ejemplo, el consumo de fitoesteroles reduce los niveles de colesterol y su cuantificación ya nos sirve para confirmar si un alimento enriquecido en estos fitoesteroles es funcional o no. Sin embargo, en la mayoría de los casos los cambios que se producen son más sutiles y no existen unos marcadores claros. Es en la búsqueda de estos biomarcadores donde la metabolómica juega un papel fundamental. Mediante el uso de técnicas de metabolómica no dirigida, sin conocimiento previo de qué es lo que va a cambiar, se analiza el total del metaboloma y posteriormente, con análisis multivariantes de tratamiento de datos, se identifican las moléculas que están cambiando de forma diferencial tras la ingesta del alimento funcional, los biomarcadores. Se trata pues de técnicas generadoras de hipótesis. Una vez identificados estos biomarcadores, su cuantificación mediante metabolómica dirigida (es decir, centrándonos sólo en ellos y no en todo el metaboloma) nos permitirá confirmar que un alimento funcional es efectivo (ver Figura).
En conclusión, las técnicas de metabolómica son herramientas esenciales en la identificación y cuantificación de nuevos biomarcadores necesarios para confirmar la efectividad de los alimentos funcionales.
REFERENCIAS
- Ley 17/2011, de 5 de julio de seguridad alimentaria y nutrición (Referencia: BOE-A-2011-11604)
- Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad (Web: http://www.aecosan.msssi.gob.es/AECOSAN/web/nutricion/seccion/estrategia_naos.htm)
- European Food Safety Authority (Web: https://europa.eu/european-union/about-eu/agencies/efsa_es)
- Ramón, Daniel. Nuevas estrategias en la evaluación de alimentos funcionales (Web: https://revista.sebbm.es/articulo.php?id=295&url=nuevas-estrategias-en-la-evaluacion-de-alimentos-funcionales#sthash.Gs7WoxIF.dpuf)
- Correig, Xavier, 2009. Introducción a la Metabolómica (Web: https://www.institutoroche.es/biotecnologia/41/introduccion_a_la_metabolomica)
- Barallobre-Barreiro, Javier; Chung, Yuen-Li y Mayr, Manuel. La proteómica y la metabolómica: los mecanismos de la enfermedad cardiovascular y el descubrimiento de biomarcadores. Rev Esp Cardiol. 2013; 66:657-61-Vol. 66 Núm.08; DOI: 10.1016/j.recesp.2013.04.010 (http://www.revespcardiol.org/es/la-proteomica-metabolomica-los-mecanismos/articulo/90210676/)