La inflamación es la respuesta de nuestro organismo frente a una agresión, ya sea provocada por agentes externos como una infección o una herida, o por el propio organismo, como la falta de riego sanguíneo en un determinado órgano o tejido. Se trata de una respuesta innata que se inicia rápidamente después de detectar la agresión y es fundamental para nuestra supervivencia, ya que no solo constituye una defensa frente a las agresiones, sino que también es clave para la reparación de los tejidos afectados. Con estas atribuciones, es fácil comprender que la respuesta inflamatoria constituya nuestra primera línea de defensa.
Dadas las características bioquímicas del proceso inflamatorio (por ejemplo: liberación de especies reactivas de oxígeno o de actividades para la remodelación tisular) es muy importante su limitación espacio-temporal. De hecho, la prolongación en el tiempo (o cronificación) de la respuesta inflamatoria está asociada a procesos patológicos crónicos y degenerativos como la obesidad, la diabetes tipo 2 [1] o el cáncer [2], entre otros. Es más, en estos últimos años se han evidenciado los beneficios terapéuticos resultado del tratamiento con agentes anti-inflamatorios de estas enfermedades en las que hasta recientemente no se había identificado este componente inflamatorio. La exacerbación y/o cronificación de la respuesta inflamatoria es pues un riesgo para el organismo y la convierte en nuestro particular “caballo de Troya”.
Las distintas células que participan en la respuesta inflamatoria producen moléculas mediadoras, con actividades pro- y/o anti-inflamatorias que regulan concertadamente el devenir de las distintas fases del proceso. La co-expresión de moléculas con actividades contrapuestas es clave para el control temporal y local de la inflamación. En este sentido, al iniciarse una respuesta inflamatoria, los propios mediadores pro-inflamatorios ponen en marcha mecanismos para contenerla (p. ej.: estimulan el eje hipotalámico-hipofisario-médula adrenal provocando la secreción de glucocorticoides (GCs), agentes con una potente actividad anti-inflamatoria). Esta coordinación en la producción de estos mediadores químicos regula la actividad de una red de rutas de señalización celular cuya integración es clave para concertar las respuestas celulares a lo largo de todo el proceso. Además, con el fin de asegurar el aporte energético y de metabolitos necesarios para el proceso existe una estrecha relación entre la respuesta inflamatoria y el metabolismo celular. Por ello, estas rutas que orquestan la respuesta inflamatoria también son importantes reguladoras del metabolismo celular. Nuestro grupo está interesado en estos mecanismos de integración de la señalización celular, en concreto, estudiamos la interacción entre la ruta de la c-Jun N-terminal Kinase (JNK), que transmite señales de tipo pro-inflamatorio, con las de algunos receptores nucleares (NRs) con actividad anti-inflamatoria, como el receptor de los GCs (GR), el receptor de los fármacos antidiabéticos de la familia de las tiazolidinadionas (PPARg), el receptor del ácido retinoico (RAR) o el receptor X del hígado (LXR). Se trata de una interacción mutua de tipo inhibitorio, de manera que la activación de estos NRs previene la de la ruta de JNK y viceversa [3,4]. En la obesidad, el exceso de acumulación de grasas provoca estrés celular y, en consecuencia, la activación sostenida de la ruta de JNK que actúa sobre el metabolismo inhibiendo la acción de la insulina, hormona clave en el metabolismo de la glucosa. Esto provoca el desarrollo de resistencia a la insulina, una característica de la diabetes tipo 2 [1]. Hemos observado que las tiazolidinadionas ejercen su acción antidiabética mediante la inhibición de la activación de JNK provocada por la obesidad [5]. Otro ejemplo de la relevancia de la interacción entre los NRs y JNK ocurre en enfermedades como el asma en las que la inflamación crónica provoca la activación permanente de JNK en las células del tejido pulmonar. Esta condición que inhibe la funcionalidad del GR con la consecuente pérdida de la respuesta al tratamiento con GCs [4]. Estos ejemplos demuestran la importancia de la interacción de la ruta de JNK con los NRs ya que garantiza el correcto balance de actividad de estas rutas y, en consecuencia, del mantenimiento de la homeostasia. Además, conocer los mecanismos mediadores de esta interacción puede abrir nuevos frentes de acción farmacológica ya sea para el tratamiento de enfermedades con componente inflamatorio o para paliar la resistencia al tratamiento con GCs que desarrollan algunos pacientes.
Referencias:
- Gregor MF, Hotamisligil, GS (2011) Inflammatory mechanisms in obesity. Annu. Rev. Immunol. 29:415-5.
- Shalapour S, Karin M (2015) Immunity, inflammation, and cancer: an eternal fight between good and evil. J. Clin. Inves. 125:3347-55.
- Caelles C, González-Sanch JM, Muñoz A (1997) Nuclear hormone receptor antagonism with AP-1 by inhibition of the JNK pathway. Genes Dev. 11:3351-64.
- Adcock IM, Caramori G (2001) Cross-talk between pro-inflamatory transcription factors and glucocorticoids. Immunol. Cell. Biol. 79:376-84.
- Díaz-Delfín J, Morales M, Caelles C (2007) Hypoglycemic action of thiazolidinediones/PPARgγ by inhibition of the c-Jun NH2-therminal kinase pathway. Diabetes 56:1865-71.