En el año 2011 me trasladé al MRC Laboratory of Molecular Biology en Cambridge para realizar una estancia postoctoral trabajando en biología estructural de receptores de glutamato (2011-2019). En este centro tuve la suerte de vivir la revolución de la crio-microscopía electrónica, lo que me permitió formarme en esta técnica y aventurarme en varios proyectos que hasta ese momento resultaban inalcanzables y que fueron muy exitosos (Cais, et al, Cell Reports, 2014; Herguedas, García-Nafria et al, Science, 2016; Herguedas et al, Science, 2019). En el año 2019 volví a España como profesora ayudante doctora, y posteriormente obtuve un contrato Ramón y Cajal (2020). Actualmente dirijo un grupo de investigación en el instituto BIFI de la Universidad de Zaragoza trabajando en biología estructural de complejos de proteínas de membrana neuronales.
P.- ¿Por qué eres científica?
R.- Siempre he querido ser científica, o al menos desde que tenía alrededor de 10 años, cuando en unas navidades pedí un microscopio. Varias profesoras fueron cruciales para despertar mi vocación científica desde el colegio, pero creo que no estaría hoy aquí de no ser por mi profesora de Química en el instituto, Remedios Fernández.
«Por eso ser mujer influyó ya que descubrí un campo de investigación que me apasiona y en el que continúo hoy en día.»
P.- ¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
R.- Me gusta cuando después de mucho esfuerzo en un proyecto consigues los primeros resultados, aunque sea algo pequeño, como una banda de proteína pura en un gel, o un cristal minúsculo de proteína. También me gustan los resultados inesperados, esos que cambian por completo la dirección de un proyecto e inician uno nuevo.
P.- ¿Qué es lo que menos te gusta?
R.- Lo que menos me gusta de mi trabajo es la burocracia (a pesar de que soy una fan del BOE): esperar la resolución de convocatorias meses y meses, el papeleo sin fin para comprar equipos, los problemas para contratar el personal, tener que comprar de un proveedor oficial cuando en otro sitio encuentro lo mismo más barato…Tampoco me gusta la precariedad laboral de los investigadores jóvenes. Entiendo que hay pocos contratos de estabilización, pero que no haya contratos para todos no implica que los investigadores predoctorales sigan ganando prácticamente lo mismo que hace 15 años o que un profesor ayudante doctor cobre menos que un interino de educación primaria, por ejemplo.
P.- ¿Crees que ha sido complicado llegar a la situación profesional en la que te encuentras ahora?
R.- Ha sido complicado y a la vez similar a la de la mayoría de los investigadores de mi generación, tanto en España como en otros países. La ciencia es extremadamente competitiva y obtener un contrato como el mío (a pesar de ser un contrato temporal) implica superar muchos obstáculos, tener suerte, movilidad internacional y un CV muy competitivo. En mi caso le sumé la decisión de ser madre dos veces durante la etapa postdoctoral, lo que añadió otras complicaciones adicionales, pero bastante más gratificantes.
P.- ¿Piensas que tu trayectoria profesional hubiera sido diferente si no hubieras sido mujer? ¿Por qué?
R.- Ser mujer influyó en el campo de investigación en el que luego me he establecido. Cuando estudiaba la carrera obtuve una beca de introducción a la investigación del CSIC, acababa de iniciar Bioquímica y no sabía en qué grupo realizar la investigación aquel verano, más allá de mi interés por las proteínas más que por lo celular. Un investigador se encargaba de asignar los proyectos a los que teníamos dudas y a mí me sugirió ir a un grupo de cristalografía de proteínas “porque había pocas mujeres”. Durante mi estancia en el grupo de Ignacio Fita conocí a muchas cristalógrafas en el IBMB y luego he conocido muchas más, pero para aquel investigador hacían falta más. Por eso ser mujer influyó ya que descubrí un campo de investigación que me apasiona y en el que continúo hoy en día.
P.- ¿Cuáles crees que son los principales retos para alcanzar la igualdad de las mujeres en la carrera científica?
R.- Cuando hace 15 años comencé mi tesis doctoral la proporción de mujeres a nivel predoctoral era mayor que la de hombres. Parte de esas investigadoras predoctorales deberían ser hoy las nuevas contratadas Ramón y Cajal o científicas titulares del CSIC. Sin embargo, esto no es así, las mujeres tenemos menos éxito en la obtención de estos contratos y abandonamos la carrera científica en mayor proporción. Así que el gran reto es conseguir que las mujeres abandonemos menos la carrera científica.
Yo no soy muy optimista sobre esto. La etapa en la que debemos ser más competitivas (más artículos, más conferencias, más solicitudes de proyectos y contratos, más entrevistas…) coincide con la maternidad. A ello se une las condiciones laborales en esta etapa: escaso sueldo, inestabilidad laboral, competitividad extrema y jornadas laborales largas. Cuando estaba de postdoc en Cambridge llevé a mi hijo a la guardería a los seis meses, él estaba hasta las 6 de la tarde en una guardería por la más de la mitad de mi sueldo, yo me sentía mala madre y además en el trabajo no me sentía productiva. Estuve muy cerca de abandonar, buscar un trabajo más estable en la industria, más compatible con el resto de mi vida. Creo que la maternidad tiene más impacto que la paternidad (que también lo tiene) en nuestra productividad, y en una carrera científica tan competitiva, las paradas (que no duran lo que un permiso maternal, ya que empiezan con el embarazo y se extienden después durante la crianza) tienen un impacto muy importante en nuestras carreras.
«Esta investigadora dejó de estudiar con 16 años y empezó a trabajar en una empresa farmacéutica; posteriormente estudió en la universidad, hizo su tesis doctoral en sólo dos años, interrumpió su carrera para ser madre, y acabó siendo la primera catedrática de química de las universidades de Oxford y Cambridge.»
P.- ¿Cómo crees que se puede promover la igualdad de oportunidades de las mujeres?
R.- Tenemos que conseguir un mayor número de mujeres liderando grupos de investigación y para ello creo que es decisivo el papel de los mentores desde las etapas iniciales de la carrera investigadora: hay que apoyar a las jóvenes científicas, potenciar su confianza y su iniciativa, darles voz en las conferencias, asegurar que lleguen a su etapa postdoctoral llenas de energía, no tratarles como a niñas… en fin, empujarlas. Muchas mujeres abandonarán la ciencia académica, al igual que muchos hombres, pero empezar con ganas y tener apoyo es fundamental para seguir adelante. Más allá de esto, tener jefes comprensivos con la maternidad y la paternidad es fundamental, así como considerar las interrupciones en nuestras carreras a la hora de evaluar los CVs, y hacerlo de manera justa.
P.- Propón una mujer líder en el ambito científico que destacarías como referente.
R.- Voy a destacar a Carol Robinson, por su pasión por su campo de investigación, su papel en la promoción de la mujer en la ciencia y su trayectoria científica poco convencional. Esta investigadora dejó de estudiar con 16 años y empezó a trabajar en una empresa farmacéutica; posteriormente estudió en la universidad, hizo su tesis doctoral en sólo dos años, interrumpió su carrera para ser madre, y acabó siendo la primera catedrática de química de las universidades de Oxford y Cambridge.