La visión tópica y popular de la evolución parte del concepto de selección natural. La idea generalizada es que la selección natural va «escogiendo» las variedades de seres vivos más adaptados a su medio, aumentando gradualmente la biodiversidad. Cuando Charles Darwin lanzó esta idea, algunos advirtieron una debilidad en el argumento. La selección natural sólo puede actuar sobre lo que ya existe. Por tanto, debe existir algún mecanismo previo que genere novedades. Darwin había propuesto que las pequeñas variaciones individuales constituían la materia prima para el trabajo de la selección natural. A partir de 1900, cuando se redescubren las leyes de Mendel, entra en escena la idea de la mutación como generadora de variedad. Tres décadas después, selección natural y mutación se combinaron en lo que se llamó la Teoría Sintética de la Evolución. Pero en la imagen generalizada de la evolución, la selección natural sigue siendo un agente fundamental del proceso.
Es cierto que las mutaciones contribuyen a la diversidad genética de las poblaciones sometidas a la selección natural. Pero también es cierto que entre todos los genes sólo un grupo minoritario participa en la construcción de un organismo animal, y es responsable del despliegue de su morfología durante el desarrollo embrionario. La inmensa mayoría de los genes hace funcionar la maquinaria celular, pero sólo unos pocos regulan la interacción entre células a lo largo del desarrollo para generar formas. Y más notable aún, estos genes son los mismos para todos los animales. Los mismos genes participan en la construcción de una mosca, un gusano o un ratón. Sirvan de ejemplo los genes del complejo Hox, que regulan la organización anteroposterior del cuerpo en todos los animales bilaterales, y que ya han sido tratados en esta sección (1). Es el caso también de genes como Pax-6 o Nkx2.5 implicados en desarrollo ocular y cardiogénesis, respectivamente (2,3). Este conjunto de genes pertenece a lo que llamamos toolkit o caja de herramientas genéticas para la construcción del organismo. Es evidente que sus mutaciones deben tener consecuencias drásticas para el desarrollo, generando cambios en las formas. Obviamente, la mayoría de estas novedades será inviable, pero unas pocas podrán perpetuarse y dar lugar a nuevos grupos de organismos. La disciplina emergente que estudia esta relación entre desarrollo y evolución se conoce como Evo-Devo (4).
Las mutaciones relevantes para la Evo-Devo no deben afectar directamente al producto del gen, que está extraordinariamente conservado a lo largo de la evolución. De hecho, las herramientas del toolkit llegan a ser incluso intercambiables entre organismos. El gen HoxD4 humano es capaz de reemplazar a su ortólogo Deformed en Drosophila (5). El gen humano Pax-6 no rescata la falta de función de su ortólogo en esta mosca, pero sí es capaz de dirigir el desarrollo de ojos ectópicos en discos imaginales (2).
Por tanto, si los genes reguladores del desarrollo están tan conservados, ¿por qué hay diversidad de formas? Es en los elementos reguladores, los enhancers y promotores que regulan temporal y espacialmente la expresión de los genes del toolkit, donde las mutaciones causarán cambios en el momento o lugar en el que estos genes actúan. Así, sabemos que las serpientes perdieron sus patas anteriores por una expansión anterior del dominio de expresión de genes del grupo HoxC, que definen la identidad torácica (6). El alargamiento de las falanges de las alas de los murciélagos se debe a la actuación más intensa y prolongada de enhancers de genes que regulan la condrificación, como BMP-2 (7) (Figura 1). La transición de la aleta a la pata de los tetrápodos probablemente implicó cambios espaciales en el dominio de expresión de genes distales del grupo HoxD, originando nuevos ejes de condrificación que resultaron en los dedos (8). La diversidad de organización de segmentos corporales en los artrópodos se explica también por cambios en la expresión de genes del complejo Hox, particularmente Ultrabithorax y Abd-A, equivalentes a los genes Hox posteriores que regulan regiones concretas de nuestra columna vertebral (9). Es más, muchas características diferenciales de los seres humanos respecto de los chimpancés se explican por procesos de heterocronía relacionados con ritmos y velocidades de procesos del desarrollo embrionario.
Esto nos lleva a una posibilidad excitante. Si conocemos los procesos de regulación génica que generan novedad evolutiva, podríamos intervenir experimentalmente en ellos. Es imaginable devolver las patas a las serpientes, o generar nuevas especies de artrópodos. Ya ha habido intentos de insertar elementos reguladores de genes de murciélagos en ratones, aunque estamos muy lejos del «ratón volador» (Figura 1). En España, Fernando Casares y José Luis Gómez-Skarmeta sobreexpresaron HoxD13 en el pez cebra, generando morfologías nuevas en las aletas pectorales, incluyendo tejido óseo distal, tal como ocurre en las patas de los tetrápodos (8). En el terreno de la ficción, Parque Jurásico desaprovechó una excelente opción. En lugar de generar dinosaurios a partir de ADN fósil, hubiera podido plantear la manipulación genética de aves, revirtiendo los cambios que dieron lugar a este grupo de animales y rescatando su fenotipo ancestral dinosauroide. Esta vía parece bastante más factible que la propuesta original, si se desarrollaran técnicas eficaces de transgénesis en aves.
Evo-Devo puede explicar el origen de grandes novedades en evolución (macroevolución), del mismo modo que la Teoría Sintética estudia a otro nivel la adaptación de las poblaciones (microevolución). En cualquier caso, la selección natural parece perder protagonismo como proceso «creador» o modelador de la diversidad orgánica. En su lugar, la generación contingente de novedades por mutación podría desempeñar un papel análogo al que Epicuro asignó al azar, al que consideraba principio rector de la Naturaleza.
Referencias:
- Torres, M. 2010. https://web2020.sebbm.es/ES/divulgacion-ciencia-para-todos_10/miguel-torres—octubre-2010-desarrollo-embrionario_429)
- Gehring WJ, Ikeo K. 1999. Trends Genet. 15: 371-377.
- Xavier-Neto J, Castro RA, Sampaio AC, Azambuja AP, Castillo HA, Cravo RM, Simões-Costa MS. 2007. Cell. Mol. Life. Sci. 64: 719-734.
- Carroll SB. 2005. PLoS Biol. 3(7): e245.
- McGinnis N, Kuziora MA, McGinnis W. 1990. Cell 63: 969-976.
- Cohn MJ, Tickle C. 1999. Nature. 1999 399: 474-479.
- Jiménez-Delgado S, Pascual-Anaya J, Garcia-Fernàndez J. 2009. Brief. Funct. Genomics Proteomics. 8: 266-275.
- Freitas R1, Gómez-Marín C, Wilson JM, Casares F, Gómez-Skarmeta JL. 2012. Dev. Cell. 23: 1219-1229.
- Averof M, Akam M. 1995. Nature 376: 420-423.