Sorprendentemente, la mayoría de nuestro genoma carece de capacidad codificante si bien cada vez hay más evidencias de que es clave para la regulación de este. Por otro lado, más de un 50% del genoma está formado por secuencias repetidas. A destacar, algunas secuencias repetidas poseen la capacidad de moverse y replicarse dentro del genoma y reciben el nombre de «elementos móviles». Estos se clasifican en varios tipos en función de su mecanismo de movilización; desde elementos simples como los DNA transposones, que se mueven en forma de DNA hasta los denominados retrotransposones, que se movilizan utilizando una molécula de RNA intermediario y una actividad Reverso Transcriptasa. A su vez, los retrotransposones se pueden sub-clasificar en función de la presencia o ausencia de unas regiones terminales largas (o LTR de sus siglas en ingles) que participan en su mecanismo de movilidad. En nuestro genoma se pueden encontrar todos los tipos conocidos de elementos móviles, pero solo los elementos no-LTR denominados LINE-1 son aún activos en nuestro genoma.
Una sola célula humana posee más de medio millón de elementos LINE-1 en su genoma, lo que representa un 20% de la masa de este. Además, los elementos móviles LINE-1 son responsables de la movilidad de otros elementos no-LTR de nuestro genoma como Alu y SVA, otros RNAs no codificantes como U6 y mRNA celulares para generar pseudogenes procesados. Esta actividad en trans representa un 13% de nuestro genoma por lo que, en conjunto, la actividad de los elementos LINE-1 es responsable de más de un tercio de nuestro genoma y sigue teniendo un notable impacto en nuestros genomas.
Pese a su notable presencia en nuestro genoma, a día de hoy sólo entre 80-100 elementos LINE-1 son activos en un ser humano. Estos elementos activos se replican en nuestro genoma y, debido a su movilidad aleatoria, son capaces de integrarse dentro de genes causando entre otros efectos la generación de enfermedades genéticas como hemofilia, distrofia, cáncer, etc.(Figura 1a). Son, por tanto, elementos con un claro potencial mutagénico en nuestro genoma germinal o heredable. Por otro lado, es cada día más evidente que su actividad ha sido clave para la evolución del genoma de nuestra especie y han sido responsables de generar nuevos genes, e incluso ser domesticados para realizar una función celular determinada como la enzima Telomerasa. Son considerados como un motor heredable de la evolución de nuestro genoma.
A día de hoy, su movilidad en seres humanos representa un paradigma funcional ya que en general tienen un efecto pernicioso para un individuo de la especie humana pero son clave para la evolución de nuestro genoma. Durante el proceso de su movilidad, los elementos móviles LINE-1 interaccionan con diversos factores celulares del hospedador, la mayoría aun por identificar, pero son el prototipo de «DNA egoísta» cuya única función es la de acumular más copias de sí mismos en nuestro genoma. Por ello, su actividad es regulada por nuestros genomas a través de diversos mecanismos y esta es una línea de investigación activa en la actualidad. De hecho, estudios evolutivos ponen de manifiesto cómo existe una batalla continúa entre el DNA egoísta (LINE-1) y el hospedador (nuestro genoma) para combatir su actividad. La movilidad desregulada/descontrolada de cualquier elemento móvil es negativa para la especie ya que si la carga mutagénica que generan es muy alta, podría comprometer la continuidad de la especie. Por ello, los elementos LINE-1 han evolucionado para acumular nuevas copias de sí mismos en nuestro genoma germinal heredable. Además, estudios de diversos laboratorios han demostrado cómo la movilidad de LINE-1 en mamíferos ocurre con frecuencia durante el desarrollo embrionario temprano, antes de la generación de las células germinales de un individuo, asegurando así su dispersión en nuestros genomas. Sin embargo, su movilidad es sorprendentemente baja en células germinales. Estos resultados rompen un dogma en la biología ya que por definición, no todas las células de nuestro cuerpo poseen el mismo genoma; así, somos un mosaico de genomas debido a la actividad de los elementos LINE-1 durante el desarrollo embrionario temprano (Figura 1b). Sin embargo no se conoce si este mosaicismo tiene algún impacto en nuestra biología.
Por otro lado, mediante la metilación de su promotor, la expresión y actividad de elementos LINE-1 está restringida en los tejidos somáticos adultos de nuestro cuerpo. Esto es así en todos nuestros tejidos salvo en cerebro humano y en determinadas condiciones patológicas como cáncer. Notablemente, su actividad en determinadas células del cerebro humano vuelve a plantear teorías acerca de su posible función en este; de igual modo, su desregulación en tejidos tumorales plantea nuevas preguntas acerca de su papel en la etiología y progresión de tumores humanos. A destacar, los pocos estudios disponibles demuestran que la movilidad de LINE-1s en seres humanos ocurre con una elevada frecuencia en cerebro humano, lo que plantea la provocadora hipótesis que su actividad en cerebro humano participe en la denominada «plasticidad neuronal»; sin que a día de hoy conozcamos si a causa de esta movilidad participa en la biología de nuestro cerebro.
Sin duda alguna, y pese a ser aún clasificados como «DNA egoísta» o «DNA basura» sin función, los próximos años nos permitirán conocer más acerca del impacto que su movilidad ejerce en nuestro genoma germinal y somático.
Agradecimientos: Agradezco a la Lcda. en Bioquímica Meriem Benkaddour Boumzaouad su ayuda en la redacción de este artículo.
Referencias:
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