Atendiendo a la amable invitación de Antonio Ferrer, editor-jefe de la revista SEBBM, y siguiendo con disciplina sus indicaciones, me animo a encadenar estas líneas a modo de reseña concisa y razonada de lo que fueron los retos que marcaron mis cuatro años como presidente de la SEBBM. Y para ello nada mejor que recordar que fue a primeros de septiembre de 2008, durante el congreso organizado en Bilbao por Félix Goñi y José María Mato, cuando Vicente Rubio me cedió los trastos de gobierno, apenas unas fechas antes de que se produjera la sonada caída de Lehman Brothers. En efecto, el día 15 del mes, justo dos días después de nuestra despedida en la capital vasca, tuvo lugar la mayor declaración de quiebra en la historia de los Estados Unidos, del orden de 600.000 millones de dólares, que venía a suponer el clímax de la ya por entonces larga crisis de las hipotecas de alto riesgo, también conocidas como hipotecas basura.
El pesimismo financiero se encontraba extendido por todo el mundo desde hacía meses, como bien recoge Vicente en su último artículo editorial en la revista SEBBM, titulado Nuevo cambio de ciclo, al afirmar de manera irónica: “Nos vamos cuando el pensamiento cínico dice que hay que hacerlo: es gratificante liderar o administrar en tiempos de abundancia, pero conviene escurrir el bulto cuando las cosas pintan menos bien”. A estas palabras respondí animoso tres meses después en mi primer editorial, en diciembre de 2008: “Las circunstancias han querido que las palabras de Vicente tengan carácter premonitorio: la SEBBM entra en un nuevo ciclo, mas no porque haya cambiado de presidente, sino porque el devenir de la política económica nos ha metido de lleno en un nuevo ciclo. Se avecinan tiempos duros, pero no hay nada tan estimulante como crecerse en la adversidad y, como reza el refranero, ‘al mal tiempo, buena cara’.
De lo dicho se podría inferir que el gran reto de mi andadura al frente de la SEBBM, al menos al comienzo, fuera la situación económica —y, al rebujo, la atmósfera de desánimo social—, que a la postre supuso el punto y final a la etapa de gobierno de Zapatero en las elecciones generales anticipadas del otoño de 2011. En efecto, los duros recortes gubernamentales a los presupuestos de inversión pública en investigación científica y desarrollo tecnológico —tanto a nivel nacional como autonómico— llegaron al poco de la crisis desatada por la debacle del banco americano, haciendo que la apatía inundara los laboratorios de todo el país. Buena prueba de ello es la amplia repercusión social y mediática que tuvo el conocido Manifiesto de Oviedo, firmado por seis expresidentes de la SEBBM y su presidente en ejercicio—en septiembre de 2009, mientras se celebraba el Congreso de Oviedo, organizado por Fernando Moreno (qepd)— llamando la atención sobre las graves consecuencias que a largo plazo tendrían los citados recortes en una pretendida economía sostenible. Una vez más, la SEBBM tuvo el reflejo de reaccionar con rapidez y expresar su pesar con claridad ante el repentino anuncio de recorte presupuestario del Ministerio de Ciencia e Innovación para el año siguiente.
Pero en la SEBBM nuestro gran reto fue la organización del Congreso Internacional de Bioquímica y Biología Molecular que, por primera vez se celebraba en España —y, en concreto, en Sevilla— en septiembre de 2012, bajo los auspicios de la Unión Internacional (IUBMB) y la Federación Europea de Sociedades (FEBS) de Bioquímica y Biología Molecular, así como con la colaboración de la sociedad portuguesa (SPB). La candidatura española para acoger el congreso se había aprobado en el verano de 2006, primero por la IUBMB en Kioto y segundo por la FEBS en Estambul. Desde un primer momento, con Joan Guinovart e Irene Díaz-Moreno como responsables del programa científico y de la secretaría, respectivamente, conformamos el trío organizativo sobre el que recayó la mayor parte de la responsabilidad operativa, sin olvidar el apoyo inicial de Vicente Rubio desde la presidencia de SEBBM.
A pesar de la difícil situación sociopolítica, la financiación pública estuvo siempre fuera de duda, tanto por parte de Cristina Garmendia y Carmen Vela en sus respectivos mandatos al frente de la política científica española, como por parte del gobierno regional y entidades académicas, a saber: Junta de Andalucía, Universidad de Sevilla, CSIC, etcétera. La financiación privada corrió suerte similar gracias al acierto y buen hacer de Antonio Ferrer como gestor del programa de patrocinio y sponsors. Con 2.500 participantes de más de setenta países, incluyendo seis premios Nobel, el congreso de Sevilla quedó en los registros como uno de los más exitosos.
Y hasta tuvimos tiempo y ganas de abordar reformas importantes, sobre todo en la gestión y gobernanza de la SEBBM. Aumentamos el número de socios, cercano a cuatro millares; mejoramos nuestra visibilidad institucional con el nuevo portal electrónico www.sebbm.es; formalizamos por escrito y dimos continuidad a la práctica totalidad de acuerdos y convenios con nuestros patrocinadores y entidades colaboradoras, al tiempo que abrimos nuevos horizontes y extendimos redes hacia otras instituciones y sociedades; reformamos los estatutos para facilitar y agilizar los nuevos procedimientos administrativos; profesionalizamos la organización del Congreso SEBBM mediante contrato plurianual con una agencia especializada, de implantación nacional, responsable de la secretaría técnica, etcétera. Mención especial merece la creación de la Comisión de Divulgación, gracias a la iniciativa y empuje de Isabel Varela, que nos permitió aproximar la SEBBM a los ciudadanos y, en particular, a los jóvenes estudiantes.
Y así llegó el final de singladura, en el congreso de Sevilla, cuando Federico Mayor Menéndez tomó el relevo presidencial. Nada de lo mucho conseguido hubiera sido posible sin la dedicación y el esfuerzo de todos los miembros de la Junta Directiva, que con tanta generosidad e ilusión me acompañaron. Sirvan de cierre a esta reseña las palabras finales en mi artículo editorial de despedida en septiembre de 2012: “El camino recorrido ha sido diverso y singular: ilusionante en las etapas llanas del comienzo, desafiante al encarar los primeros escollos, preocupante con el avanzar inexorable de la crisis, extenuante en el sprint final… y, en todo caso, reconfortante”.